El pobrecito hablador

La Manquita

No hagamos discursos populistas de esos que se preguntan cuántos comedores podrían hacerse con ese dinero

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Pensaba que el exceso de turrones hacía que toda la sangre se me amontonara en el estómago y no en el cerebro, pero no, lo que leía era total y absolutamente real: hay un plan para darle a la Catedral de Málaga su segunda torre. Incluso se ha creado una asociación que recoge el clamor ciudadano que inunda nuestras calles.

Dicen que el Obispado, además de diversas restauraciones y reparaciones, incluye la magna obra en su plan director para el templo mayor de la ciudad,  aunque no le ponen fecha. Menos mal que nos dan ese margen. No hay prisas, pero hombre, qué es eso de dar de comer al hambriento o de beber al sediendo, comparado con una catedral inacabada. 

Les entiendo. Si le preguntas a cualquiera sobre las necesidades más urgentes que acucian a la ciudad, raro es el ciudadano que no nombra la segunda torre de la Catedral, seguido muy de cerca por convertir la estatua de Larios en una fuente de chocolate y poner un par de chiringuitos dentro de la Alcazaba.

Ya veo la cola de mecenas aporreando las puertas del Ayuntamiento, la Junta de Andalucía y el Obispado, deseosos de dejar caer ríos de euros para acabar el proyecto, un hecho que nos pondría en el mapa. Aunque luego nos costará cambiarle el nombre al templo a algo así como Catedral Basílica Wanda de la Encarnación. Pero quien algo quiere...

No sé en qué andamos pensando. Total, son seis milloncejos de euros de nada; bueno, de entrada, que en este país ya se sabe que pasa con los presupuestos,  que crecen de manera proporcional al número de políticos involucrados. No hagamos discursos populistas, de esos que se preguntan cuántos comedores sociales, escuelas taller, guarderías y bibliotecas podrían hacerse con ese dinero.

Así que hagámoslo, seamos pioneros, antes de que a un iluminado se le ocurra enderezar la torre de Pisa y nos quite el protagonismo que nos merecemos. Pongamos la otra torre. Y los que no tienen para comer, que pongan la otra mejilla.
 

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