Tras días de tensiones, un supuesto conato de golpe y una crisis institucional abierta por la confrontación entre el presidente legítimamente elegido y el resto de los poderes del Estado, los hondureños se debatían ayer entre ir o no a una consulta que no tiene las garantías de un plebiscito y ni tan siquiera un padrón.
En la consulta se preguntará a los hondureños si aprueban que haya un referéndum en las elecciones generales del 29 de noviembre que decida la convocatoria de una Asamblea Constituyente que reforme la Constitución, proceso que los detractores del gobernante atribuyen a una intención de éste de perpetuarse en el poder.
Tegucigalpa muestraba ayer una estampa de tranquilidad después de que el viernes Zelaya diera orden de reducir la presencia de militares en las calles, una situación que tras la destitución, el miércoles, del jefe del Estado Mayor de las Fuerzas Armadas, general Romeo Vásquez, había disparado la sensación de crisis entre la población.
Con el jefe militar de nuevo en su puesto, la consulta finalmente se desarrollará, aunque en unos términos muy poco parecidos a los de un plebiscito convencional.
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