El FMI, ese organismo todopoderoso que ha tenido el deshonor de ser representado por personajes tan nefastos como Rodrigo Rato, Dominique Strauss-Kahn o la misma Christine Lagarde, nada ejemplares, adornados de acusaciones de conductas delictivas de diversos tipos, desde lo alto de su atalaya se dedica a pontificar sobre el qué y el qué no deben cumplir los países para aclimatarse a sus dogmáticas directrices. Recomendaciones que no son otra cosa que la voluntad de la ideología del poder del dinero a que el común de los mortales nos pleguemos a sus exigencias.
En el último informe que este organismo internacional ha emitido para España, como no podía ser de otra manera, se vuelve a incidir en la necesidad de mantener las recetas que han demostrado que solo sirven para perpetuar la situación oficial: un crecimiento cada vez más escandaloso de las diferencias entre quienes acumulan ganancias cada vez mayores y quienes ven aumentar su precariedad, la pérdida de sus derechos fundamentales y la desesperanza en que esto cambie algún día. Para ello se felicitan las políticas del actual gobierno y se les anima a seguir en la misma línea, invitándolo a reducir los gastos en educación y en sanidad, donde recomiendan el copago. El fin, conseguir reducir el déficit y que se pague la deuda. Quizá lo único gratificante haya sido el varapalo recibido por el exagerado porcentaje de los nuevos contratos donde los temporales superan el 90 % del total, mientras que los indefinidos andan en torno al 9 %. El resto, subida de impuestos, aumento del IVA reducido, impuestos medioambientales y a los carburantes. En total 5.500 millones de Euros a las espaldas de la gente.
Resulta curioso que la cifra de 5.500 millones se repite en la actualidad en otro tema. Es la misma cantidad que le va a costar al erario público el rescate de las autopistas de peaje quebradas. Estas no son más que otros de los continuos ejemplos de los “logros” del idolatrado José María Aznar, el presidente que más daño ha hecho a este país, el mayor impulsor de la cultura del pelotazo, tan solo comparable en lo negativo y en la prepotencia con Felipe González, el otro mito. No ha de extrañar que el país esté como está cuando ha sufrido durante más de 20 años a estos sobrevalorados divos del espectáculo. Pero volviendo al caso en cuestión, unas autopistas que nunca tuvieron aceptación, pues en los mejores momentos no alcanzaron el 10% de las previsiones de uso que se calculaban en el proyecto, ejecutadas por las grandes constructoras ACS, Ferrovial, Sacyr, Acciona, Globalvía…, dirigidas por las amistades del Sr. Aznar, que hicieron el negocio del siglo, ya que si eran rentables lograrían beneficios y en caso de no serlo, como así ha ocurrido, se encargaría por contrato el estado de cubrir las pérdidas. Ni el más firme defensor del liberalismo puede aceptar esto como ajustado a la doctrina de Adam Smith, que se llevaría las manos a la cabeza con tamaña aberración. Esto no es más que otra muestra del capitalismo de amiguetes que caracteriza a esta forma de funcionar, para más inri cuando eran tan asolutamente innecesarias como ineficaces, los hechos lo demuestran. Todavía algún vocero de la prensa oficialista se apunta al carro del gobierno diciendo que más nos hubieran costado si las hubiera construido el estado; lo que no cuentan que estas infraestructuras solo se hicieron para mayor gloria de Aznar y mayor beneficio de sus amiguetes. Tanto sacrificio para nada; no se olvide que la entonces ministra de Fomento, doña Ana Pastor, actual presidenta del Congreso, anunció a bombo y platillo que no costarían ni un euro. Otra mentira más. Otro ejemplo como el tristemente celebre rescate bancario que, según Bruselas, nos costó 100. 000 millones de euros.
Lo dicho, ¡qué carito nos sale lo que nos dicen que es gratis!
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