Uno de los responsables de la obra le respondió: “!Y nosotros nos las llevaremos a casa!”.
Berlusconi visitó ayer L’Aquila, epicentro del terremoto que el pasado 6 de abril sacudió la zona y dejó 299 muertos, y se refirió a las polémicas fiestas en sus residencias de Cerdeña y Roma.
“Estoy hecho así y no cambio. Si me quieren así, me quieren. Y los italianos me quieren, tengo el 61% de popularidad, el récord absoluto de Occidente. Me quieren porque me sienten bueno, generoso, sincero, leal, que mantengo las promesas”, dijo.
La mujer que asegura haber cobrado por acudir a la casa del primer ministro italiano, Patrizia D’Addario, de 42 años, ha explicado en una entrevista publicada ayer por el diario La Repubblica cómo eran las fiestas de Berlusconi en su residencia de Palacio Grazioli en Roma en las que el primer ministro desplegaba sus dotes de show-man.
Según D’Addario había una veintena de chicas que llamaban a Berlusconi “Papi”, excepto ella que se dirigía al primer ministro como “Silvio”.
Cuando se sentó Berlusconi, “noté los tacones que llevaba en los zapatos” y cuenta que les puso un larguísimo vídeo, en el que se veía al primer ministro con los líderes internacionales, los mítines, una gente que cantaba “menos mal que Silvio está” y “en ese momento las chicas se pusieron a hacer la ola”.
“El presidente se levantaba para pedir champán y aperitivos hasta que después fuimos al comedor” en el que -según explica- había una mesa muy larga decorada con muchísimas mariposas de varios colores.
La cena fue a base de pasta, embutidos, costillas y tarta de yogur y, según D’Addario, el presidente se levantaba y regalaba joyitas a las chicas que debían ponérselas inmediatamente.
Después de la cena, que se interrumpía “continuamente con cantos y bailes”, Berlusconi y D’Addario bailaron “muy juntos” la canción My Way interpretada por un pianista.
Patrizia D’Addario dice que la celebración, en la que participaron el líder y 20 chicas, era “un harén” en el que existía “un sólo jeque, él”.
Según la entrevistada, Berlusconi se dirigía a ella cuando dijo en medio de la cena: “Conozco a una chica que ya no cree en los hombres. La haré volver a creer. La iré a buscar con mi jet privado”.
D’Addario cobró 1.000 euros por acudir a esta fiesta, aunque en otra visita al Palazzo Grazioli, la acompañante profesional asegura que fue “una cosa más íntima” y no fue pagada porque recibió la promesa de ayuda en un proyecto de construcción de su familia.
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