Le llamaban Alicia...

Publicado: 07/12/2016
Natural de Rumanía de 26 años de edad, murió ahogada el pasado “domingo negro” día 4 tras inundarse el sótano del club de alterne California
Le llamaban  Alicia, pero su historia no era la de la novela infantil y  fantástica de Charles Lutwuidge Dodgson, más conocido bajo el seudónimo de Lewis Carroll, donde se describe un relato que no guarda ninguna relación con la biografía de nuestra protagonista.

Natural de  Rumanía de  26 años de edad, murió ahogada  el pasado “domingo negro”  día 4 tras inundarse el sótano del club de alterne California al  lado del Centro Comercial Costa del Sol en Estepona,  donde trabajaba y al parecer vivía cuando hablaba por teléfono con una amiga que le aconsejaba que subiera al mostrador mientras acudían a rescatarla.

Alicia sufría una triple discriminación, el ser mujer, inmigrante y dedicarse a la prostitución. Por tanto su muerte no puede calificarse de violencia de género, pero tampoco podemos despacharla como la consecuencia de un temporal y una inundación y las investigaciones judiciales nos arrojaran luz sobre el caso.

La situación de estas  mujeres es muy compleja y sería de un cinismo miserable intentar dar una solución fácil a sus problemas, ya que por el hecho de ser mujeres tienen mayor dificultad en insertarse en el mercado laboral, por ser inmigrantes han recorrido un camino tortuoso para llegar a un paraíso que después resulta ser un infierno, y por dedicarse a la prostitución no están en la mejor de las situaciones para regularizar su situación.

De todas maneras, la justicia dirá la última palabra en sus resoluciones. Las trabajadoras del sexo y el ejercicio de la prostitución siguen levantando polémicas y debates en los que tertulianos y expertos que discuten de lo divino y de lo humano, pero lejos de los titulares de prensa, la pregunta clave es ¿Qué hacemos?

Cuando ponemos el oído a algunas voces llenas de falsa moral e hipocresía sobre la prostitución, seguimos escuchando latiguillos que no son ni más ni menos que construcciones culturales, mitos y prejuicios, según cada cual se sitúe en la fauna social, pero con frecuencia oímos decir por voces moralistas, que son  la consecuencia de tráficos de mafias, chivos expiatorios de la marginación o seres victimizados y estigmatizados por la exclusión social.

Alicia era una persona más que vivía entre nosotros y que aspiraba desde su nacionalidad rumana, ser una ciudadana europea más con todos sus derechos, entre ellos a tener un trabajo y una vivienda digna, pero en una sociedad llena de prejuicios como la nuestra , nuestra miopía ética y moral nos impide en demasiadas ocasiones ver la auténtica realidad.

No podemos simplificar las situaciones y con ello tranquilizar nuestras conciencias, con generalizaciones como lo del “tráfico de mujeres” o “esclavitud sexual”. Cada situación es diferente y debemos proponer medidas para cada caso.

Si realmente queremos animarlas a rebelarse contra las injusticias que padecen, debemos prevenir estas situaciones y apelar con toda la seguridad  de apoyo psicosocial a su capacidad de decisión y actuación, algo que poseemos todas las personas, incluso aquellas que se encuentran en los estados más terribles y desfavorables.

Hay que tener en cuenta que el trabajo sexual no es un trabajo como cualquier otro, ante el que en la actualidad se dan dos posiciones la desaparición o abolición de la prostitución frente a la defensa de los derechos de las prostitutas.

Creo que la prostitución es una actividad tan denigrante que acaba degradando moralmente a quien la ejerce, por eso pienso que la dignidad de las personas está por encima del trabajo que realizan, sea cual sea éste y que no puede haber más Alicias que mueran ahogadas en un sótano, porque eso además de ser un crimen pone en cuestión a una sociedad como la nuestra que lejos de denunciarlo, mira para otro lado.

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