Un granito de arena por la "inclusión"

Publicado: 16/11/2016
Subir a un autobús, o ir a un restaurante se convierte en una odisea para un pequeño con una lesión cerebral. El último problema en una ludoteca.
Es un niño de nueve años con lesión cerebral que tiene afectada la  movilidad y el habla. Su madre lo siente y lo padece igual que a cualquier otro hijo, pero a la sociedad le cuesta. Al ciudadano de a pie que tanto se mueve a favor de plataformas, en contra del maltrato animal o en solidaridad con los refugiados enfrentarse a cualquier situación cotidiana con una persona con discapacidades  físicas puede ser un mundo y puede llegar a rozar la intolerancia.

Se trata de un niño que va al colegio y que “está plenamente integrado”  con sus amigos que “cuentan con el tanto a nivel social como en el día a día”. Acude a cumpleaños, se lleva a amigos a casa para comer, sale al patio…

Pero su vida no es fácil, máxime cuando se encuentra con trabas como pueden ser subirse a un autobús. Según relata su madre, “en más de una ocasión, cuando me ven en la parada esperando con la silla de ruedas y mi hijo me dicen que me espere al siguiente porque ese va muy lleno”. Un hecho que esta mujer no puede comprender porque “para eso hay una zona reservada a las personas con movilidad reducida, para que puedan viajar sin ningún problema igual que cualquier otro ciudadano”.

También se encuentra problemas como la entrada en el cine, porque ocupa  mucho espacio y va con su silla de ruedas o a la hora de comer en un restaurante, donde “sólo ver las caras de los camareros intentando ver dónde nos pueden colocar para que ellos puedan seguir trabajando, ya duele”.

La última espinita que se ha sacado esta familia es la “exclusión que sintieron en la celebración de un cumpleaños”  en una ludoteca de la capital gaditana. Una situación de exclusión, que conlleva “la discriminación y marginación” de un niño que aunque tiene sus peculiaridades de vida es igual que cualquier otro niño. El aforo de las instalaciones de los juegos de bolas “está reducido”, según los gestores de la ludoteca, quienes basándose en la “normativa” afirman que no podían facilitar el acceso de otro adulto en el parque. 

La madre del pequeño traía su propia monitora para hacerse cargo del pequeño, a la que no le permitieron en acceso a la instalación donde se encontraban los pequeños “porque tenemos una normativa que cumplir: un aforo de 25 niños de entre 3 y 12 años”.

Desde la empresa, consultada por este medio, aseguran que han celebrado fiestas con otros niños con problemas de movilidad y otras necesidades especiales y “nunca ha habido problemas”.

“El niño solo podía haber entrado pero no con un adulto”, matizan desde la empresa, donde lamentan lo ocurrido, pero aseguran que aunque “fallaron las formas no podrían haber actuado de otra manera”. 

Sin embargo, para sus familiares esta situación no era factible, y consideran que había otras opciones, como llevar a cabo turnos entre los pequeños que jugaban. La empresa mantiene que si hubiera ocurrido alguna “tragedia, la responsabilidad haría sido nuestra”.

“Me tuve que ir llorando del local”, aseguraba la portavoz de esta familia. Esta madre lo único que reivindica es que “se tenga una mayor sensibilidad social, que se valore la inclusión de las personas con necesidades especiales. Porque hoy soy yo, pero mañana puede ser otro”.  

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