Luis Miguel Morales | Cerramos la semana y ya sabemos que abrir el grifo nos costará más caro. Un poco más. No tanto por cuanto bebemos sino por lo que compartimos. La solidaridad impuesta nos obliga, no nos queda otra, a ser comprensivo y a rascarnos el bolsillo para que las cuentas salgan.
En esa estamos, en la búsqueda de un estado de bienestar local más entredicho y cada vez con más bocas y menos hogaza. Paradójicamente, la subida del agua llega de la mano cuando aún, todavía, el Ayuntamiento de El Puerto, tiene mayoría en el control de la empresa municipal del agua. Todavía.
Las proclamas contrarias y la demonización a la venta del 49% de la entidad, ha encontrado, sorprendentemente, una justificación para un aumento en la factura que sirva para garantizar, dicen, el servicio para todos.
El entonado y supuesto negocio del agua, de entonces, ha pasado a la política de abrir el grifo a los más desfavorecidos, los que cada vez más y más proliferan en una ciudad en bancarrota y con una tasa de empobrecimiento y retroceso, que por más que se ayude, subvencione y auxilie a diestro y siniestro, la indigencia va ganando terreno de manera preocupante en pos de la abundancia y el confort. Hasta en eso hemos dado la espalda, a la dignidad.
La misma que todavía sigue encontrado rédito a la crisis, la omitida en otras poblaciones, otroras reductos del provincianismo más castizo, y de la que ya doblega a la ciudad de los cien palacios. Cuando los meses de impagos por parte de Bienestar Social se eternizan y los cortes de suministros son el pan de cada día, dudo, sinceramente, amigo Quique, que las medidas de subir el servicio del agua sirva para algo.
Sí, para cansar a los que siempre están ahí, a los que mensualmente no faltan a la cita.
Otra gran mentira y otro gran embuste de la pseudoayuda que se nos anuncia. Al portuense no le conviene ni los regalos envenenados ni sentirse agradecido por mantenerle un vaso de agua.
El portuense debe huir, y cuanto antes mejor, de las políticas subsidiarias, las mismas que han arruinado a Andalucía con el régimen socialista durante décadas. Si en pleno siglo XXI, el agua, la casa y el pan deben todavía ser garantizado por intervención administrativa y no por su estructura social, mal vamos.
El azote comunista creía ya extinguido hace décadas. Congratularnos de estas medidas es un insulto a la incapacidad política. Es como cuando se inaugura otro comedor social o las plazas para las ayudas para los necesitados se incrementan. Debe ser motivo de vergüenza no frenar o reducir esos números. Es el fracaso de una sociedad incapaz de gestionar sus riquezas.
Y El Puerto, querido Pedregal, se vuelve a recrear en sus miserias. A El Puerto no le debe valer ni ser ni mucho menos motivo de alegría que se garantice el derecho al agua, a El Puerto se le debe caer el careto por incompetente.
Y todo ello cuando las empresas públicas encaran su intervencionismo puro y duro. Más comunismo. Hoy nos enteramos, mira tú por dónde, en estas mismas páginas que vivir en casa ajena en El Puerto, según para quién, también ya es gratuito. Y lo peor es que se ha mantenido y jaleado para que no se pague, todo con el beneplácito de unos dirigentes irresponsables. Por ilegal y por antisistema se debería pedir cuentas, y no solo en sesión plenaria.
Y claro, las deudas ya no aguantan tantos números rojos. La solidaridad de un tiempo a esta parte se ha convertido en un estómago sin fin, agradecido y monumental.
Pan y circo. Agua y ajo.
Quique Pedregal | Pues mira, Luismi, lo de la subida del agua a mí no me extraña lo más mínimo. Total, visto de dónde proviene, seguro que es bueno para nosotros. Para qué quejarnos si vamos a recibir mejor servicio y mejor agua… ¿o es la misma agua de antes? Sea como sea, el asunto se puede quedar en una sola palabra: paganini.
Dicen que el agua no se ha subido en 10 años, y es el consorcio, de mayoría socialista, el que consiente esa subida. Yo, de verdad, no lo entiendo.
Como tampoco entiendo lo de la Batalla de Karánsebes. Resulta que los imperios otomano y austríaco estaban guerreando a finales del XVIII. Total, que el 17 de septiembre de 1788 unos 100.000 soldados austríacos se dirigían a Karánsebes, en la actual Rumanía, a enfrentarse a los turcos otomanos.
Estos soldados austríacos no tenían ni pajolera idea de alemán, ya que la mayoría provenían de las naciones que el gran imperio austríaco había ido sometiendo. Pero una avanzadilla llegó al lugar y no encontró ni a un solo turco con quien guerrear.
Por el contrario, se toparon con unas personas que iban vendiendo aguardiente y adquirieron suficiente cantidad como para esperar que llegaran las tropas amigas.
En fin, que entre copa y copa, la cosa se fue animando y comenzaron a aparecer algunos soldados afines a los que no se les invitó a beber. Este hecho provocó una enorme algarada que, entre que los unos estaban borrachos y los otros no entendían lo que se les decía, se acrecentó con el sonido de un disparo al aire. Tras el fogonazo, alguien gritó: “los turcos, los turcos”, y ahí empezó el desastre.
En mitad de la confusión, unos dispararon a otros, los que iban llegando por distintos flancos se sumaban e iban eliminando a esos supuestos enemigos… 10.000 muertos por culpa del idioma, el alcohol y el desorden.
¿Y qué tiene que ver esto con la subida del agua? Pues, querido Luismi, que son ellos mismos los que se disparan entre sí. Socialistas que deciden subir el agua a los ayuntamientos socialistas con argumentos explicados ya, pero que no tienen explicación.
Esto es el mundo “derrevés”. Los pájaros disparando a las escopetas, lo que yo te diga.
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