El pasado Día de La Merced tuve el privilegio de ejercer de pregonero de la Verbena de Otiñar 2016, que se celebró en el Campo de Fútbol del Puente de la Sierra y fue organizada por la Plataforma “Por Otíñar y su entorno”. Quiero destacar que fue un honor ser invitado por dicha plataforma, y un privilegio, pues disfruté enormemente compartiendo mis emociones con un grupo de gente comprometida y entregada. No obstante, quiero destacar mi agradecimiento personal a Javier de la Torre y a Juan Carlos Roldán por su confianza.
La Sierra de Otiñar cuenta, dicen, con seis milenios de presencia humana, cuyos vestigios convierten a esa zona en un verdadero museo al aire libre. A ello hay que sumarle sus innegables valores paisajísticos y medioambientales. Como expresé en el pregón: “… La belleza de sus valles y montes impregna la retina de cualquier visitante. La fiereza de sus escarpadas sierras, la intensidad en otros casos de su vegetación o las imponentes panorámicas desde algunos puntos, impresionan incluso al que no tiene conocimiento de sus catalogaciones oficiales. Pocos lugares hay en la provincia de Jaén que puedan ser percibidos por el ser humano como tan culturalmente puros y tan medioambientalmente hermosos”.
Pero si algo tiene Otíñar realmente especial son los sentimientos de pertenencia e identidad de los descendientes de sus antiguos pobladores. Los hijos y nietos de aquellos otiñeros que, de una u otra forma, fueron obligados a abandonar la tierra de sus ancestros, como los Roldán, Soler, Sutil, Romero, Zafra, Chica, Buitrago, Mata, Sabariego, Requena, Ramírez, Zamora... entre otros.
Otíñar es belleza, patrimonio histórico, naturaleza y sentimiento, entre otras cuestiones, y es algo que la Plataforma Por Otiñar y su Entorno está poniendo de manifiesto. Con admiración y con un intenso deseo de éxito futuro, os animo a todos los amantes de Otiñar, componentes de esa plataforma, a que continuéis con esa digna lucha por la puesta en común del patrimonio colectivo y deseo, de corazón, volver a disfrutar de esa verbena pero como fuera antaño, en la plaza de la Aldea de Otíñar, junto a los descendientes de esa localidad, “saboreando el inigualable ponche a los pies del frondoso árbol de vuestra memoria colectiva”.
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