En absoluto se nos ha ido. La olla cuece, y cuando eso sucede es que hay fuego alrededor.
Por mucho que exista el descrédito en las redes y la variopinta y grosera iniciativa de no ver más allá de las propias narices, coloreadas del insigne tono rojizo que parece justificar cualquier opinión, lo que se dice desde aquí, sobre todo en ciertas parcelas, viene avalado por amplia documentación y el más respetuoso de los pareceres.
Es fácil verter opiniones sin el menor atisbo de pulcritud y seriedad, creyendo que con ello descalificamos al otro. Sin embargo, es la descalificación, sus maneras, su afrenta personalizada, la que nos imputa en la propia imprudencia y ceguera.
´Hace un año Sr. Alcalde. Fue el dos de agosto de 2015 a las 15,45 horas, que se mantuvo la reunión en un despacho de una de las Delegaciones de este Ayuntamiento. El objeto era solicitar atención sobre un bien común, del pueblo, pagado con el dinero de los ciudadanos y que hoy sigue en ´ruinas´. – podría ser el argumentario de un nuevo capítulo -.
´Hubo promesas, afirmaciones y razones que podrían entenderse dentro de un contexto temporal, pero más difícil de asumir si dicha temporalidad se enrolla en un sinfín. Afirmaciones que sonaban a excusa y otras que podrían entenderse como cumplido a la galería, que no era otra sino el peticionario´.
La duda, ese beneficio que solicitara para sí Séneca en sus últimos momentos y que magnificara una vida dedicada al conocimiento, nos asalta hoy día también cuando tenemos que compaginar lo que se dice desde las instituciones con lo que se hace. Dudamos si realmente representan lo que dicen representar, entendiendo que lo representado ha de gozar de la atención que evite cualquier malformación de opiniones o sesgos intencionados en la valoración de dicha gestión.
Por eso somos prudentes. No permitimos que se nos ´vaya la olla´ y sobre todo guardamos respeto al hablar en tercera persona.
Escribir entre líneas invita a guardar las distancias entre el sujeto y el objeto. Para el lector supone un ejercicio de buen entendedor. No es necesario citar nombres y apellidos. Esta práctica resulta habitualmente extensible y su contenido, sin lugar a dudas, meridianamente claro para el/los destinatarios.
Quizá seamos demasiado pacientes y quizá nuestros representantes tengan siempre en cartera razones que justifiquen su presunta dejación, pero lo que no cabe duda es que no se cumplen los plazos ni las promesas pese al perjuicio que supone a los propios representados.
De agosto a agosto y tiro por me que toca. El problema es que no podemos saber con exactitud cuándo nos tocará de nuevo, creándose un fondo de inversión en tiempo, mal humor y criterio de sesgos preferentistas y de resultado incierto. Eso sí, alimentado todo ello, cual valores engañosos, en afirmaciones, razones y demoras repetidas que no se sostienen.
Cada vez estamos más convencidos del protagonismo de la gestión pública en cualquier sociedad. Cada vez, por comparación, observamos con más asombro cómo municipios de menos envergadura que el nuestro, crecen ostensiblemente alrededor del sentido común municipal, un poco de imaginación y un mucho de identificación y participación de los ciudadanos en las tareas comunales, sobre todo en aquellas menos atendidas de forma global: las culturales y las artísticas.
Cuando observamos, comprobamos y documentamos que sigue sin ponerse el acento sobre la ´i ´ en lo que concierne a la ética, agilidad y puntualidad de las relaciones desde la institución con el ciudadano, creyendo que la oficialidad está por encima de aquellos a quienes se debe, la decepción se incrementa, la desconfianza se agudiza y el criterio se consolida.
Si seguimos aquél razonamiento de que “no hay mayor desprecio que no hacer aprecio”, podríamos caer en un posibilismo degenerativo sin vuelta atrás. Y, desde luego, nos gustaría seguir confiando, esperanzados en que algo cambie verdaderamente y se reestablezcan los valores y su originario sentido.
Habrá quien no le interese, quien pensará que el destino se fabrica en cómodas balsas de flotación en las que dejarse llevar. Sin embargo, pedir, solicitar, exigir si fuera necesario que se cumpla, por principios, derecho y conciencia,una representatividad más justa, humana y acorde a derecho, ya sea éste moral o patrimonial, es parte de las obligaciones que todo ciudadano tiene y en cuya dejación podría encerrarse el fracaso de una sociedad dinámica, abierta y progresista.