Antes de las elecciones celebradas el 20 de diciembre publicaba en este medio una columna titulada “Unas elecciones constituyentes”, en la cual señalaba que el resultado esperado era que nadie tendría “suficiente poder como para imponer sus ideas”, pero que todos alcanzarían “la suficiente fuerza como para hacer oír sus propuestas”.
Estarían, pues, obligados a entenderse y a consensuar un nuevo marco constitucional más acorde a las necesidades de los tiempos que vivimos, permitiendo una limpieza del sistema después de 40 años de uso, abuso y desgaste.
A continuación indicaba mis dudas sobre que los protagonistas estuvieran a la altura exigida por tales circunstancias. Para mi pesar, no me equivoqué y ahora estamos a las puertas de unas nuevas-viejas elecciones, con los mismos discursos y refutaciones sobre el tapete.
El Partido Popular, que tiene como logro que la corrupción haya pasado a ser una inquietud de los españoles, aspira a seguir siendo un gobierno en funciones, es la situación perfecta para su líder, poco que decidir y nada de oposición.
Al PSOE, al menos al andaluz, se le puede decir hoy: “se te conoce más por lo que ERES que por lo que fuiste”, y para entenderlo no hay que dar ningún curso de formación. El único partido destacado que queda de la transición empieza a ver con mucha oscuridad su futuro, por lo que le viene de fuera y lo que le queda dentro.
Ciudadanos, un partido consolidado sobre piedra en Cataluña y con una misión clara y clave en aquel territorio, no termina de ser sino paisaje de dunas, formado por sedimentos varios y a merced de los vientos, en el resto de España.
Y nos queda Podemos, la formación emergente y ascendente, la que aspira a acabar con el bipartidismo, pero para implantar su unipartidismo, su círculo global fuera del cual no puede existir vida política.
Una pena que Izquierda Unida, bastión reconocible de la izquierda, haya sucumbido a los cantos de sirena de la mansión morada transversal. IU ha pasado del “somos lo que somos porque venimos de donde venimos”, slogan en la anterior campaña, al “vamos donde nos digan con tal de seguir siendo algo”.
El 26 de junio toca votar. Dar de nuevo una lección de democracia a los partidos. Hágase con su material esterilizado y antiséptico (mascarilla, guantes de goma...) coja la papeleta y llévela a la urna. A partir de ahí, abróchense los cinturones.
Envía tu noticia a: participa@andaluciainformacion.es