La necedad no es la ignorancia, sino la asociación mecánica de las ideas. Resulta oportuno recordar esa frase antes de soltar cualquier exabrupto del que pueda arrepentirse cada vez que se encuentre con la cerrazón del desconocimiento o del prejuicio. Lacras que nacen de la cortedad de miras de quien piensa que en torno a su círculo más cercano de influencia gravita todo el mundo exterior.
En estos asideros profundamente erróneos descansa el centralismo más pacato y cateto, aquel que desprecia la arquitectura radial del Estado español y señala a las autonomías y las provincias –y sus respectivos gobiernos regionales y diputaciones- como algunas de las grandes causantes de las crisis territorial y económica de las que no hay certezas de salida airosa. De hecho, en los últimos años el número de partidarios del centralismo más ultraconservador se ha disparado 20 puntos en las comunidades del interior: Madrid, Castilla-La Mancha y Castilla y León.
Desde 2007, el centralismo más miope, aquel que piensa que España acaba en la M-30, está sacudiendo el poder de maniobra del resto de territorios en todos los escenarios de nuestra vida diaria. De esta perversa realidad es víctima, de manera especialmente sangrante, Andalucía y sus casi 9 millones de habitantes.
Lejos de querer endosarle a nuestra comunidad un papel de víctima que nunca le favoreció, hay cuatro escenarios de pérdida flagrante de influencia y autonomía decisoria. Uno: el Gobierno central ha mermado a los gobiernos autonómicos de suficiencia económica con una permanente asfixia de recursos. Dos: la reestructuración del sistema financiero español ha evaporado del mapa las cajas de ahorro, dejando sin músculo bancario a los territorios. Tres: el frenazo al desarrollo económico tiene numerosos ejemplos en la ausencia de inversiones en infraestructuras. El caso más lacerante es el olvido intencionado por parte del ejecutivo nacional de la línea ferroviaria Algeciras Bobadilla en un intento cada vez más indisimulado de aislar al puerto de Algeciras, el de mayor tráfico de mercancías de España.
Y la cuarta manifestación del centralismo más nocivo me duele por partida doble por mi condición de periodista y de andaluz: el creciente centralismo mediático que está silenciado a la sociedad andaluza un periodismo que denuncie al resto de España lo que está ocurriendo y permita que haya un debate en clave andaluza que proteja nuestros intereses.
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