Un sacerdote nunca se jubila y si no que se lo pregunten al padre Antonio Alcedo. Ha sido párroco durante toda su vida, los últimos años en San Severiano. Ahora, un poco más tranquilo ocupa el cargo de visitador de conventos de clausura de la Diócesis. Hoy domingo se celebra la jornada Pro Orantibus dedicada a este colectivo de la Iglesia católica.

—¿En qué consiste la figura del visitador de monasterios?

—La Iglesia establece que el obispo es el último responsable de todos los monasterios de clausura. Él tiene que dar solución a cualquier problema que se plantee, cuidar de la organización de los mismos, facilitar formación cristiana permanente a las monjas, y muchas cosas más. Evidentemente, él no puede hacerlo sólo, así que delega en un sacerdote que en este caso soy yo. Ése es el cometido del visitador.

—¿Entonces usted es el nexo de unión entre el convento de clausura y el obispo?

—Exactamente. Yo colaboro en su formación cristiana, me intereso por sus vidas, sus problemas, las oriento. No soy sólo un director espiritual, es algo más. Soy el intermediador entre ellas y el Monseñor.

—¿Cuánto tiempo lleva en el cargo?

—Muy poquito tiempo, apenas dos meses. Estoy empezando a conocer esta realidad. Me he dedicado a visitar todos los monasterios para preguntar las dificultades que tienen a las monjas e interesarme por sus problemas.

—¿Cuántos conventos de clausura hay en la Diócesis de Cádiz?

—Hay ocho, pero en la actualidad se podría hablar de siete, ya que las Concepcionistas han tenido que salir de Santa María ante el riesgo de seguridad que había. En resumen, hay dos en Cádiz capital, el de las Descalzas, que ahora están junto con las Concepcionistas y el de las Carmelitas Descalzas. En San Fernando están las Carmelitas Descalzas y las Clarisas; en Chiclana las Agustinas y en Medina las Agustinas y las Agustinas Recoletas.

—¿El domingo se celebra la jornada ‘Pro Orantibus’, qué significa exactamente?

—Sólo la expresión quiere decir “En favor de las personas que oran”. Es un día que los cristianos dedican durante el año para acordarse especialmente de aquéllas personas que pasan la vida orando por todos nosotros. El objetivo es que no nos olvidemos de ellas, de su existencia y que pidamos al Señor por ellas al igual que ellas piden por nosotros.

—¿Ha cambiado su visión del monasterio de clausura al ocuparse de este cargo?

—No, porque tenía mucha información sobre ellos. Además durante toda mi vida como sacerdote he dado muchas charlas en distintos monasterios de la Diócesis. Vamos que no era un mundo desconocido para mí, lo único que el trato ahora es mucho más directo.

—¿Pero le ha ayudado a descubrir cosas nuevas?

—Naturalmente. Estoy descubriendo cosas muy positivas como que hay mucha gente buena por el mundo. Más de lo que creemos. Personas totalmente entregadas a Dios, y eso me está animando bastante en estos tiempos que corren.

—¿Se está notando la crisis de vocaciones en los conventos?

—Se está notando como en todos los ámbitos de la vida. La verdad es que en los últimos años la Diócesis de Cádiz ha experimentado un repunte importante en el número de vocaciones. Han entrado varias monjas jóvenes en los conventos, aunque tampoco es como antes. Hace varias décadas todos los años ingresaban dos o tres en cada orden. Esa cifra ha decrecido mucho, pero sigue siendo imporante, hay un goteo constante y eso reconforta.

—¿Cree que la visión que tiene la gente de fuera de las monjas de clausura es arcaica?

—Es verdad que ese mundo sigue siendo muy estricto, pero no tanto como cree la gente. Hoy en día la sociedad tiene la imagen de los conventos que conocen por televisión o por las películas, pero la realidad es muy diferente. A modo de ejemplo puedo contar que este domingo en la página del obispado se colgará un video que hemos realizado en un convento y en el que las hermanas nos cuentan sus vivencias y su experiencia.

—¿Son especialmente valientes las chicas que entran ahora en los conventos de clausura?

—Sin duda. Todas tienen su mérito, pero en el mundo actual, con los valores que hay, donde todo es pasajero, es mucho más difícil.