El Dedo

Shakespeare y Cervantes

Vivamos pues la realidad y concentrémonos en las obras que nos han dejado estas dos máximas figuras de las letras que cambiaron el universo

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Estamos celebrando el cuarto centenario de la muerte de William Shakespeare y de Miguel de Cervantes y Saavedra. Los ingleses con el suyo y nosotros con el nuestro. Así que hoy no voy a escribir sobre políticos de ningún tipo y aún menos de elecciones porque todos sabemos que la política es el arte de engañar, de mentir y de incumplir falsas promesas. Vivamos pues la realidad y concentrémonos en las obras que nos han dejado estas dos máximas figuras de las letras que cambiaron el universo.

En el libro de  Don Quijote encontramos contenidos directos y detallados de todas las pasiones humanas, al igual que en Ricardo III. Hay frases que han dejado huellas en toda la humanidad del uno y del otro. “Ser o no ser”, “Con la iglesia hemos topado”, “Mayores cosas veredes” o “Algo huele a podrido en Dinamarca”.

A esta última podemos agregar que también huele mal Panamá y no solo aquí, sino en esos lugares misteriosos y escurridizos llamados paraísos fiscales y que se evitarían bajando los impuestos. Pero vayamos con Cervantes que seguramente haya vivido una de las vidas más agitadas en la historia de nuestro país. Nació en Alcalá de Henares.


En 1547 y con poco más de 20 años fue acusado de herir al adversario en un duelo. Viajó a Italia recorriendo durante un año todas sus regiones; participó en la Batalla de Lepanto dejándole inútil del brazo izquierdo; durante tres años de vida militar participa en varias campañas, fue hecho cautivo y encarcelado en Argel, siendo liberado cinco años más tarde por los Padres Trinitarios que pagaron su rescate.

Escribe La Galatea, su primera obra, y se casa para separarse dos años después; es nombrado comisariado provisional de la Armada Invencible y fue nombrado recaudador de impuestos en Sevilla, además de encarcelado por apropiación indebida.

Es aquí donde empieza El Quijote y publica la primera parte; ya en Valladolid pública las 12 novelas ejemplares y, 10 años después en 1615, la segunda parte del Quijote. Muere a los 68 años, en 1616. Sus restos parece ser que han sido encontrados en los Trinitarios de Madrid.

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