El jardín de Bomarzo

El Bolívar de Cádiz

Lo que sucede con Podemos no es más que la repetición de una historia conocida, antigua, y de hecho incluso la literatura dejó impresas versiones sobre rebeliones populares, animales algunas, que dicho sea de paso nunca terminaron bien

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“No se establece una dictadura para proteger una revolución, se hace una revolución para implantar una dictadura”. George Orwell.

Lo que sucede con Podemos no es más que la repetición de una historia conocida, antigua, y de hecho incluso la literatura dejó impresas versiones sobre rebeliones populares, animales algunas, que dicho sea de paso nunca terminaron bien; algo así como cuando los trabajadores de una empresa deciden constituirse en cooperativa y el primer día, segundo y hasta el tercero, todo es perfecto, ilusionante, revolucionario, se organizan reuniones asamblearias para tomar decisiones entre todos, por consenso, siempre por el interés general, hablando mucho y pactando porque, ante todo, se impone la democracia, la libertad del colectivo, no hay jefes, hay círculos para decidir entre todos… A partir del cuarto día, no más, la sangre brota por los pasillos y los que eran hermanos de ideales ni se miran a la cara pese a haber compartido tanto ideario juntos cuando teorizaban sobre lo fácil que sería gestionar aquello mucho mejor. Hablar es gratis, sencillo, solo se necesita agilidad de verbo, pero las empresas son como la vida misma, reales, las facturas hay que pagarlas, las nóminas del personal, hay que producir en base a un mercado y hay leyes que prohíben, por ejemplo, declarar una deuda ilegal, que sería lo fácil. La teoría deja de ser eficaz y, como lo único eficaz hasta ese momento había sido eso, la teoría, se señala a todo elemento externo como culpable del fracaso y nunca a la incapacidad propia. En Podemos, muy dados a exigir explicaciones a los demás, nunca son tan rápidos en darlas cuando informaciones desvelan que personas sin recursos figuran como donantes a ellos de 5.000 euros, tal vez para tapar de este modo la procedencia del dinero, o que su financiación vino de Venezuela para, textual, “traer el bolivarismo a España”. En eso estábamos pensando los gaditanos, en Bolívar.

En Cádiz. Al alcalde, José María González, conocido popularmente por Kichi, le encantan las redes sociales para divulgar ideas mediante tuits que, igual, se las escribe el tal Barcia, su bien pagado asesor, que es quien establece el orden de pensamiento de la formación gaditana e incluso en reuniones con representantes de otros partidos se permite decirle al alcalde lo que públicamente debe o no decir para sorpresa y espanto de los presentes. Kichi emprendió una campaña contra los medios de comunicación locales, retuiteada por su novia, Teresa Rodríguez, en la idea de que estos publican falsedades contra él por el recorte que el Ayuntamiento ha realizado en publicidad institucional en lo que parece una obsesión de estos y otros porque les debe molestar que los medios de comunicación sobrevivan, divulguen. Como si fuera delito vender publicidad; han pasado de repartir carnets de gente para diferenciarlos de la casta a repartir carnets de periodistas honestos para diferenciarlos de los que no tienen rigor. En eso destacan, separando; poco importa que más tarde y ante el calibre de la metedura de pata suspendan la campaña porque han mostrado la intención que les mueve y la genética que origina su morada idea. Del gusto de Kichi sería que no existieran medios de comunicación o que estos tuviesen la voz taponada por el totalitarismo bolivariano, ese tan admirado por su líder, Pablo Iglesias, que no duda en calificarlo como “el motor del cambio que el país necesita”. Por siete millones de euros, claro está.

José María González, destacado representante por tanto de Bolívar en Cádiz, solicita rigor en prensa porque es “fundamental para la democracia” y de él “investigar, contrastar, informar y, si hay errores, rectificar”, dice, al tiempo que públicamente y sin pudor censura a una pareja que le solicitaba ayuda en Pleno el haber denunciado su situación previamente ante las cámaras de televisión, que es lo que hacía antes él y que ahora está feo, como los escraches: “Antes de las elecciones colgó muchos vídeos en Youtube en los que hablaba de las casas que bajo su mandato irían a parar a manos de los gaditanos. ¿Dónde están esas casas? ¿Cuál es su política? Mentiras, mentiras y más mentiras. De hecho, esos vídeos fueron borrados, ya no se pueden ver…”, dicen los jóvenes de él, a quien parece que votaron.

Hay que recordar que a este partido en Cádiz le encumbró el PSOE, que es quien está intentando por todos los medios cerrar un acuerdo de Gobierno para lograr la presidencia del país sobre Pedro Sánchez pese a la voz de alarma que, en silencio pero rotunda, suena desde las bases, esas que no entenderían acuerdos con formaciones cuya estructura ideológica se fundamenta en el totalitarismo, separatismo y la imposición dictatorial de un sistema que no admite críticas, como en Venezuela, como en Cádiz. Si lo criticas, eres un facha, un fascista o, peor, un lameculos del poder, en ningún caso una persona humana con derecho a opinar distinto. Así entienden la libertad, que es suya, de nadie más, acechan con estrecha vigilancia en redes sociales donde enseguida atacan a cualquiera con insultos atroces o, como el concejal de Podemos en Jaén que acosó a una joven heladera embarazada cuando la huelga general de 2002 por abrir su negocio un 20 de junio al grito de “borracha, fascista, vete a casa a fregar platos” y para el que la pareja Kichi-Rodríguez pide el indulto comparándole, nada menos, con Miguel Hernández. Su despropósito es inagotable, como cuando el desplante a la expedición de Chile en Cádiz, el destierro a los Premios Libertad para no entregar en Cádiz el galardón a los políticos represaliados por Maduro y que invoca el espíritu de las Cortes de 1812, el show en la procesión del Nazareno o, lo último, la censura a la campaña desinteresada Yo soy de Cádiz que una veintena de renombrados gaditanos han realizado para la Diputación y que para el Bolívar chirigotero “es una campaña de la vergüenza porque Cádiz es mucho más plural y sus gentes merecen algo más que este mirar por encima del hombro…” O como aquel anuncio pomposo que hicieron sobre donar todos parte de sus sueldos, pero, tal vez como diría José Mota y llegado el momento, “hoy no, mañana…”

Hay que recordar, además, que en Cádiz Podemos ha pasado de exigir que el Ayuntamiento evitase los desahucios y llevar gente al Pleno para montar numeritos cuando gobernaba el PP a ahora, gobernando, cuando en boca del concejal David Navarro dice que el Ayuntamiento tiene unas limitaciones no sólo presupuestarias, sino también legislativas y desvía la responsabilidad a otras administraciones. Como diría el PP. En El Puerto de Santa María han pasado de pedir que no se trabajase desde el Ayuntamiento con entidades financieras que llevan a cabo desahucios a, ahora, con la responsabilidad, entre otras, de la concejalía de Vivienda, Bienestar Social y Economía, a decir que “no tenemos una varita mágica” para resolver la situación, en la que muchos ciudadanos carecen de casa y los procesos judiciales por desahucio continúan. O en Puerto Real, donde han pasado de no querer trabajar con los bancos a pedir quince millones de euros en nueve meses, carencia e intereses aparte. Y de decir que no cortarían la luz y el agua a personas en riesgo de exclusión, allí las dos empresas son municipales, a llevar a cabo cortes múltiples de suministro. Así es la vida, difícil.

En fin y en definitiva, se trata de ir de una en otra entreteniendo al personal, diciendo lo que algunos quieren oír al más puro estilo de ese fundamentalismo bolivariano populista de verborrea fácil pero estéril para, al final, desviar la atención sobre lo realmente importante y que es que de lo dicho antes, hoy nada, de gestión y soluciones para la gente, esas mismas que tanto prometieron, menos. Eso sí, la culpa llegado el momento es de todos los demás, que mienten porque son casta, fachas, reconocidos fascistas y bla, bla, bla…

Bomarzo

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