Con los primeros acordes de "Jumpin Jack Flash" un sinfín de teléfonos móviles iluminaron la Ciudad Deportiva de La Habana: todos querían registrar para el recuerdo la entrada triunfal de The Rolling Stones en un concierto espectacular y único con el que conquistaron en Cuba la última frontera del rock.
"Sabemos que años atrás era difícil escuchar nuestra música en Cuba, pero aquí estamos tocando para ustedes en su linda tierra. Pienso que finalmente los tiempos están cambiando", apuntó Mick Jagger, en un claro español, sobre los inicios de la Revolución, cuando el rock extranjero no era bien visto por el oficialismo.
Dos horas y media de sus "Satánicas Majestades" en acción sirvieron para que Cuba saldara esa deuda con el rock; pagada con creces con un concierto gratuito y al aire libre, que congregó a cientos de miles de personas, el primero en la isla de los británicos.
Dos canciones fueron suficientes para que tuviera que quitarse su chaqueta de brillos y lentejuelas un Mick Jagger acalorado e incombustible a sus 72 años, que recorrió innumerables veces los 80 metros de largo por 56 de ancho del escenario.
"Aquí estamos finalmente. Estamos seguros de que será una noche inolvidable", prometió, de nuevo en español, y cumplió a juzgar por la entrega de un público en el que se mezcló gente de todas las edades y nacionalidades.
En las primeras filas lo que predominaba eran extranjeros -británicos, alemanes, estadounidenses, argentinos o mexicanos-, muchos ya con canas: fans acérrimos de la banda que les persiguen allá donde van y que, por supuesto, no quisieron perderse la cita histórica de los Stones en la Cuba del deshielo.
En la zona VIP, la top model Naomi Campbell o el actor Richard Gere tampoco faltaron al espectáculo en la isla comunista, que se está convirtiendo en un foco de atracción para celebrities.
Después de calentar el ambiente con "It's only rock and roll", "Angie", "Paint it black" o "All down the line" -elegida por sus seguidores en las redes sociales para esta cita-; cuando se llegaba a la primera hora de concierto, se hizo el silencio para escuchar a Keith Richards arrancar, con una sola mano, los primeros acordes de "Honky Town Woman".
Los duelos a la guitarra entre el "compadre" Richards y Ronnie Wood -capaz de no fallar un riff mientras brincaba con los ojos cerrados- pusieron el toque visceral a la música; mientras que un Charlie Watts, siempre hierático tras la batería, marcó el ritmo del directo.
"Anoche ya comimos arroz y frijoles en un paladar, pero lo más rico fue bailar rumba cubana", contó al público el vocalista, que no defraudó con sus movimientos únicos de cadera al estilo Jagger.
Dos horas de rock y de la lista de éxitos de la banda ya se podían tachar "Gimme Shelter", "Start me Up", "Sympathy for the devil" o "Brown Sugar", entonces Jagger se despidió: "Muchas gracias Habana, buenas noches".
Falsa alarma: los viejos rockeros regresaron con el coro cubano Entrevoces para interpretar "You Can't Always Get What You Want", y entonces muchos en la audiencia, conscientes de que el show estaba a punto de acabar, empezaron a despedirse de la banda antes de la traca final.
"¿Están listos?" gritó Jagger, y dos segundos después, se escucharon las primeras notas de "Satisfaction", todo el público empezó a saltar, el concierto alcanzó un climax perfecto: hasta Charlie Watts esbozó una sonrisa.
Los 3,55 minutos de la versión original de "Satisfaction", lanzada en 1965, se alargaron por más del doble. Todos, desde sus Satánicas Majestades hasta el último de sus súbditos que quedaba en La Habana, disfrutaron y exprimieron el último segundo de un concierto histórico que quedará en la memoria de todos los cubanos.