Creemos en lo que nos conviene creer. Eso dicen grades pensadores que conocen bien nuestro interior y su relación con lo que rodea en una vida por cierto emocionante. Somos individuos que están tocados de sociales y no hay sino una entente proporción entre contrarios que van a parar a formar un equilibrio que se sostiene en lucha con la persistencia. Permanecemos en una tendencia de aspiraciones que se me antoja misteriosa y llena de interés. Da la sensación a veces de que está crudo nuestro ego, de que no está explicado, de que está haciendo un plan marcado y sometido al tiempo a vicisitudes que nos rebasan y nos esperan al final. ¿Hay quien está observando este proceso y sabe el final o lo ignora como nosotros, pero acompaña siendo amigo y sonriendo ante nuestras dudas?
Dramática la vida del hombre, que, dotada de inteligencia, no sabe el final, ni siquiera el mañana que ha de acontecer en la duda sorteando el futuro cual otro vulgar animal de los que pueblan estos caminos. Hombre llamado a altos destinos, dice la Religión con su Teología, con memoria para recordar su Historia y no es capaz de saber qué será de él pasado mañana, tan cerquita y tan lejano. Tenemos un buen lío los hombres entre manos viviendo en el mañana y en el ayer al tiempo, que el hoy nos llena de zozobra. ¡Cuánto daría yo por estar en certeza de vida mientras contemplo el espectáculo de la llanura en grupos dispersos apartados de los más fuertes! Somos gregarios y desde el grupo somos y hacemos. Nos protegemos en los pueblos, grandes o pequeños, y en su maraña nos envolvemos y confundidos nos sentimos seguros. Las simplezas de juicios nos dan realce y ayudan, mientras lo diverso asusta y zarandea la entereza del ánimo. Huimos de lo complejo y el razonamiento es un disfraz del hombre.
El hombre en estado puro no sigue verdades, tiene bastante con salir del paso de situaciones embarazosas que bordea continuamente. Las más frecuentes, en el día a día, con la rutina que crea el vivir sorteando. Razonamos, sí, pero no siempre o muy pocas veces con la calma que requiere esta delicada operación. Siempre se nos queda la verdad colgando de un fleco de la realidad desde la que no se puede seguir el camino. Al menos es difícil sortear lo malo al tiempo que acogemos lo bueno, que son dos actividades que requieren concentración. Cada día, por tanto, se cobra sus precauciones y las medidas adecuadas para ejercer de seres a ratos irracionales y a otros cubiertos de lógica e inclinados al equilibrio. Que no consiste en tomar un sendero, como digo, sino en sortear el bien y el mal que a veces se presenta bien trabado. Es muy útil tomar como criterio el bien del hermano, que evita equivocarse.
Hemos nacido para complementarnos, bien se ve pensando en el entramado. Pero alguien ha querido que no sea tan claro ni tan fácil el distinguirlo a cada momento, lo que nos hace estar pendientes de las piedras del camino y de los hermanos que nos acompañan y nos miran con ojos de misericordia y esperanza. Ignorar al semejante es como renunciar a nuestro destino de hombres para convertirnos en miserables cuando, antes que por nuestro Padre Celestial que no lo hemos visto, nos preguntarán qué hemos hecho por nuestros hermanos, que los vemos a la luz de esta vida. Se queda hecho de esta forma el camino y no puede dudarse de él con buena voluntad.
Tengo en mi memoria infantil repiques de campanas, banderas al viento, convocatoria pública en las calles libres de miedo y exaltación de la fe. Todo se ha complicado sin remedio y los que han de regir los destinos se corrompen y tratan de almacenar los caudales de los distraídos. Todo distinto a aquéllos tiempos de esperanza. ¿Qué hacer? Lo tenemos difícil y debemos seguir intentando hasta afianzar resultados. No es fácil conservar la confianza en nuestros usos y esperar el día en que rindan al fin sus frutos en el comportamiento, pero llegará porque se trata de acomodar el pasado a otra época en que todo es distinto y desacostumbrado. Pero llegará porque la nobleza está en el fondo y ha de surgir a su tiempo. Esto es un desarreglo y no degeneración, se andará y cuando aprendamos tocaremos lo perfecto. Nuestro pueblo es amable, laborioso, tranquilo: cuando pasen estos tragos volverá a resurgir y a componer su estructura. Yo tengo fe en España y sé que buscará su acomodo y, unida a los nuevos tiempos que se estilan, revivirá sus formas y su estilo para volver a ser huyendo de este infierno. No es esto lo nuestro, despojar al pobre sin darle remedio, servir al poderoso prostituidos en sus maneras. Lo nuestro es servir al bien y a la verdad y a eso dedicaremos nuestro esfuerzo.
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