Susana Díaz eligió el Rectorado de la Universidad de Sevilla para lanzar este miércoles su televisado mensaje de fin de año. Lo hacía, según confesó, para reconocer a la Hispalense y a las restantes nueve instituciones públicas andaluzas que acojan entre sus muros a “lo mejor de nuestra sociedad”. En ese escenario hizo balance del año que expira con un discurso de tintes protocolarios y sin conejos en la chistera, pero que entre líneas camuflaba mensajes con destinatarios más o menos identificables.
El primero, porque la actualidad impone los tiempos, analizaba el resultado de las elecciones del 20 de diciembre, la cita que a juicio de la presidenta inaugura un “periodo de incertidumbre para nuestra estabilidad como país” y que exige, más que nunca, que “demos lo mejor de nosotros mismo para salir cuanto antes de la situación”. La llamada a la “generosidad”, a la “responsabilidad” y a la “altura de miras para encontrar lo que realmente importa: soluciones a los problemas” pareció por un momento que invitaba a abrir rendijas a la oferta de de sumar escaños en torno a un Gobierno de coalición, pero un segundo antes se había dado portazo a esa opción al subrayar que los españoles mostraron hace apenas diez días “un rechazo rotundo a unas políticas”, las del PP, “que han generado mucho sufrimiento”.
Díaz enlazó a partir de ahí con el quebradero de cabeza de Rajoy y ahora también de Pedro Sánchez. Los intentos secesionistas de Cataluña, la línea roja marcada por Podemos para negociar y a la que Díaz se niega, recibieron de la presidenta otro rotundo no. Y ya van... “Creo que recojo el sentir de la mayoría de los andaluces cuando digo que la unidad de España y la igualdad de los españoles vivan donde vivan son pilares irrenunciables de nuestra convivencia. Y debemos preservarlos”, sentenció. Recordatorio a Sánchez por si no le quedó claro en el Comité del lunes.
Es más, en ese punto salió a relucir el espíritu de la Transición y la reclamación de igualdad que alentó “el legado de nuestro 28 de febrero” para advertir de que es necesario “combatir a aquellos que intentan dividir España territorialmente”. Negativa, por activa y por pasiva, a dar la mano a Pablo Iglesias si no entierra su referéndum.
Lanzada la alerta, no hubo mención -tampoco se esperaba por el lenguaje protocolario que impregna las intervenciones institucionales- a la crisis que azota a su partido ni a su supuesto interés por hacer maletas rumbo a Madrid. En lugar de eso, la primera parte del discurso lanzó guiños a los más perjudicados por la crisis. Y llegados a ese punto, algunas dagas contra Rajoy y su Ejecutivo sin nombrarlos, claro está.
Críticas, alabanzas...
La primera estocada al Gobierno central la canalizó a través de la reforma laboral, culpable según Díaz de que “se trabaje mucho, se cobre poco y se cotice aún menos”. El presidente en funciones se supone que era también la diana de otra crítica: “La gente (...) no puede entender que nadie hable de grandes cifras macroeconómicas cuando la realidad que ellos viven sigue llena de adversidades”. La recuperación, alertó, debe traducirse en el “bienestar” porque “de esta crisis o salimos todos o no salimos bien”. Había también toque de atención al ministro de Educación, más aún por el escenario: “No sobran universidades ni universitarios”.
En campo propio, alabanzas y algún examen de conciencia. El aplauso al PSOE sacó brillo al blindaje de la Junta al Estado del Bienestar, a que Andalucía “tira del carro de la creación de empleo” o a ser la primera comunidad con Presupuestos. La autocrítica censuró la corrupción que salpica a todos los partidos y que ha dejado una mancha gigantesca en el suyo: “Desterremos de la vida pública a los corruptos que suponen una vergüenza para nuestro país”, apostó.
"Gobernar es más difícil que protestar"
Díaz impregnó la primera parte de su discurso de un barniz social y por él desfilaron jóvenes titulados que deben emigrar, familias que sufren el desempleo, aquellos a quienes “su salario no les da para llegar a fin de mes” o los “mayores que con sus escasas pensiones tienen que ayudar a hijos y a nietos a salir adelante”. Lo hizo por convicción propia o para recuperar la bandera que pueden haberle arrebatado otros partidos más a la izquierda, en especial Podemos. Al destinatario, le recordó, como advertencia, que “gobernar es más difícil que protestar”.