Uno. La incertidumbre general es el denominador común instalado en este país fragmentado tras la jornada electoral, que ha dejado sin resolver las grandes dudas para evidenciar otras como la inconsistencia ideológica entre derecha e izquierda y el hecho de que ninguna formación política debe estar del todo satisfecha porque todas tienen algunas chinas en sus zapatos. Esto no se va a resolver pronto, es lo que el ciudadano ha querido y es lo que el ciudadano debe estar dispuesto ahora a pagar; tal vez se propicie la formación de un gobierno en minoría del PP fiscalizado por una oposición parlamentaria fuerte y que origine una legislatura de consensos, pero difícil porque aunque sensato no parece que el PSOE conceda sobre quien llamara indecente hace muy poco, salvo que lo haga Podemos absteniéndose y esto no parece posible, puede que una coalición de izquierdas bajo la idea de quitar al PP fragüe pero el precio es caro, muy caro, y tampoco parece que a Sánchez se lo permitieran, o puede que ninguna opción logre mayoría suficiente, absoluta o simple, y para marzo se convoquen nuevas elecciones. Pero esta opción, ¿a quién de los cuatro beneficiaría y a quién perjudicaría?
Dos. El PSOE no ha sabido medir, y el resultado del 20D así se lo hace ver, que su verdadero enemigo no estaba a la derecha con el PP sino a su izquierda con Podemos, esa formación que hoy le disputa la referencia en la izquierda, que canta La Internacional en sus cónclaves y a la que el propio PSOE ha dado alas dejándole gobernar, por ejemplo, en Madrid, Barcelona o Cádiz. Cuando se ha dado cuenta de que alimentaba a un devorador era tarde porque el devorador, agarrado al discurso rebelde de Iglesias, ha terminado por postularse como emergente opción válida en la izquierda ante la indefinición ideológica de un PSOE que solo ha salvado el tipo porque ha podido evitar fuga de votos hacia Ciudadanos, pero que ha logrado my pocos votos de diferencia con respecto a Podemos y eso debe de inquietarle y mucho. Ante ello, es de suponer que el debate interno de los próximos meses rondará en esta idea; no faltará quien cuestione el liderazgo de Pedro Sánchez y la posición ideológica de un partido que, por jugar a todo, está terminando por no jugar a nada.
Tres. El PP puede presumir de que después de cuatro años de reformas y recortes, con una reforma laboral problemática de por medio, ha ganando con más de seis puntos por encima del segundo, si bien se ha dejado un chorro de votos y de diputados enorme en el camino y su victoria por la mínima hace muy difícil la gobernabilidad del país y, quizás, debiera reabrir el debate interno sobre su liderazgo, que no lo hará porque es un partido presidencialista y en el que orgánicamente no se debate nada. Su victoria es amarga porque se encuentra, una vez más, a expensas de lo que hagan los demás.
Cuatro. La ley electoral es urgente que se cambie, y si hasta la fecha no se ha hecho es por el interés, sobre todo, del bipartidismo, pero que IU con 921.585 votos logre dos diputados y Ezquerra con 598.990 alcance nueve o el PNV con 301.585 seis no es justo. Es inaplazable cambiar esta ley, tal y como tantas, y tantas, y tantas veces todos anuncian pero nunca nadie hace porque quien debe hacerlo está cómodo en esta situación, pero no es justa. Propiciar un reparto más equitativo, establecer porcentajes o segundas vueltas para que presidir un gobierno necesite de un apoyo mínimo de los ciudadanos y de no de rocambolescos pactos y abrir las listas para que elegir sea democrático y no partidista resultan hechos vitales para que la regeneración democrática y electoral sea real y no lo que es hoy.
Cinco. Ciudadanos pinchó y, salvo que quiera jugar más fuerte de lo que la lógica indica, su participación próxima es la que parece menos transcendente de las cuatro. Rivera se desfondó al final y le sobraron los debates, tanto como quizás centrarse en busca de un voto del PSOE que no logró. Sólo sumó del desencanto del voto que en 2011 eligió PP y, para colmo, con éste no suma hacia ningún sitio.
Seis. No sorprende que en Cádiz haya ganado el PSOE, una de las seis provincias en las que lo ha hecho de toda España. Tampoco que lo hiciera con un margen de algo más de mil votos con respecto al PP, que ha cedido más de cien mil votos con respecto a 2011, sí que el tercero fuese Podemos con nada menos que 130.215 papeletas, 36.000 por encima de Ciudadanos. Una locura. De los municipios de más de 50.000 habitantes, el PP ha ganado en Algeciras, Cádiz, Jerez, Chiclana, El Puerto y San Fernando, mientras que el PSOE lo ha hecho por la mínima en La Línea y con holgura en Sanlúcar, donde siempre lo hace. Podemos ha sido segunda fuerza en Cádiz por encima del PSOE y esto se lo deben mirar quienes propiciaron la situación municipal actual y fruto de la cual, quizás, este resultado; Podemos le ha ganando a Ciudadanos en casi todos sitios, excepto en Algeciras. EL PSOE ha ganado en Andalucía por algo más de 100.000 votos, no es mucho pero lo suficiente para reforzar el liderazgo de Susana Díaz que, llegado el momento, hará valer.
Y siete. Cuesta difícil mostrarse positivo tras lo vivido esta jornada electoral. Ninguna solución resulta ilusionante, por mucho que repitan unos y otros una y otra vez eso de que ha comenzado un tiempo nuevo y tal y tal. Va a comenzar una ronda de conversaciones larga y, salvo sorpresas, muy difícil de cuadrar una solución final aceptable, dominando el escenario la ingobernabilidad, el interés partidista y la falta de estabilidad institucional. Quizás de todo esto nazca un mundo mejor como, de hecho, buena parte de los mesías del momento anuncian, quizás no haya otra solución que volver a las urnas en busca de otra suma parlamentaria como quien necesita repetir una tirada de dados porque con la hecha no hay quien sume jugada posible.
Bomarzo
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