Hace algunos años, Almenara era una asociación formada por andaluces residentes en Cataluña. Su objetivo: mantener viva su conciencia andaluza, porque aquellos hijos de emigrantes no habían salido a buscar “lo que su tierra les negaba”, como alguien dijo falazmente, sino lo que su tierra no les podía dar. Ellos consiguieron lo que tras cuarenta años de supuesta democracia, parece imposible en Andalucía: que las autoridades catalanas se implicaran en el movimiento cultural andaluz; desde las festividades hasta la mayor y más rica exposición sobre Andalucía, vista hasta el momento actual. Uno de esos andaluces, destacado impulsor de actividad andaluza, responsable de aquella magna Exposición, acompañado de un puñado de andaluces vueltos a su tierra, recibió el reconocimiento de Instituto Almenara, la Asociación creada para poner en valor lo andaluz en Andalucía, así nominada en homenaje a aquellos que, ya en los sesenta, se negaron a olvidar sus raíces.
Los Premios Almenara también reconocieron sus méritos a otras personas y entidades: Arturo Ruiz, investigador, arqueólogo de la Universidad de Jaén, quien, con el equipo que dirige, ha descubierto importantes yacimientos y ha puesto en valor una parte fundamental de nuestro pasado íbero. Cáritas, cuyos voluntarios buscan solución a las familias más golpeadas por una crisis que no acaba, pero enriquece a los más ricos. Y la ciudad de Carmona, capaz de cuidar su Patrimonio histórico y artístico con el mimo dedicado por sus habitantes, orgullosos de sus “piedras” ancestrales; sus recuerdos de más de tres mil años de cultura.
Cuatro premios, cuatro ejemplos para la ciudadanía y las autoridades andaluzas. Cuatro modelos que oponer al individualismo egoísta y a la megalomanía, entregados en torno al 4 de diciembre, fecha clave en la historia de Andalucía, por más que haya quienes se empeñan en olvidarla. Cabe pensar: para ocultar su traición a la esperanza del pueblo andaluz, manifestada aquel día. Aquella fecha épica se dio por el esfuerzo de un pequeño grupo de personas “Averroes, estudio andalusí”, denostado por una parte de la prensa de la época, que supo interpretar y encauzar la necesidad de Justicia latente en la mayoría del pueblo andaluz y literalmente obligó a los parlamentarios a abandonar su posición negativa, unirse al clamor y convocar las grandes manifestaciones que hicieron historia, en las que los andaluces proclamaron su confianza en la Autonomía para resolver sus problemas, y en la existencia de una sola Andalucía.
Como entonces Averroes, ahora Almenara basa su acción en el fortalecimiento de la Sociedad Civil, único estamento capaz de manifestar sus necesidades reales, de llevar su reivindicación a la clase política y de arrancar de ella las soluciones necesarias. Hoy, como hace treinta y ocho años, sólo la Sociedad Civil, unida, puede imponer una auténtica democracia. Es lógica la necesidad de órganos de poder, de partidos políticos que apliquen sus programas, una vez refrendados en elecciones. Pero no debe terminar ahí la democracia. El Gobierno del Pueblo, requiere la presencia real de ese pueblo en las decisiones que le afectan.