El ojo de la aguja

La Tharsis de mis raíces

El viejo Malacate, dolorosamente desaparecido, el cementerio de los ingleses, que delimita Tharsis de Alosno, la Posada, el Teatro y el casino, el Pilón, la Huerta Grande

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Ahora, que se celebran las fiestas de la excelsa Patrona de Minas de Tharsis, Santa Bárbara,  se me presenta la mina,  como una taza hecha dos pedazos, entre la corta Filón Norte, y la corta Sierra Bullones, las dos paralizadas en el tiempo. Y todo viene a cuento en esa mirada hacia atrás  en la que me encuentro con mis raíces naturales de vida. Mi madre, Juana García Borrero, era de Tharsis, donde tengo un extenso linaje familiar,  mis primos hermanos, Domingo, Pedro y Teresa García, los de la tienda de Bartolomé. Emilia y Domingo Caro, los de mi tía Manuela, Teresa y Cristóbal Martín, hijos de mi tía Trinidad, Sampedrito, que pasa por malos momentos con el fallecimiento de su hijo. Manolo Campoy, que emigró a Alemania, pero ya esté de vuelta y paremos de contar.  La hora de los barrenos, donde todo el mundo tenía que estar en sus casas. Estampidas ensordecedoras. Desde las galerías de ambas cortas. La hora del recreo en la escuela con el humillante canto del Cara al sol del maestro don Francisco. La Tharsis de mis raíces, la que nunca dejé de lado, donde comencé mis pinitos en mi trayectoria periodística, como corresponsal de Radio Nacional, y del vetusto diario Odiel de Huelva en la década de los sesenta. Tharsis de mis ancestros, donde también llegué a jugar al fútbol, mi otra pasión, en el Atlético de Tharsis, cuando lo presidía el inolvidable Francisco, formando con Pablo en la portería, Andrés, Malmagro, Repión, Sebastián, Gonzalo, el de Punta Umbría, Hierro, Pura, Juan Gómez, los hermanos  Rigores, Santiago, etc. La Tharsis de Isabelo Ramírez, que llegó a vestir la elástica nacional contra Luxemburgo.  El viejo Malacate, dolorosamente desaparecido, el cementerio de los ingleses, que delimita Tharsis de Alosno, la Posada, el Teatro y el casino, el Pilón, la Huerta Grande, el prado de las papas, el Saucito, el Lagunazo, el dique de mineral, La chimenea gorda, talleres, Vista Hermosa, El hospital, donde iba a curarme todos los días, cuando caí por travesuras en el horno de la panadería de Santiago. Pueblo Nuevo, a la entrada de la localidad minera, donde estaban y permanecen las oficinas generales. La Velada, de la que fui el primer pregonero, estando de alcalde, Luciano Gómez “El de la Tarrabia”, antes del pregón, ese gran flamencólogo alosnero, Santiago Osorno, me presentó a Pedro Carrasco, la primera vez que puede hablar con el entonces reciente campeón del mundo de boxeo de los pesos ligeros. La Divisa, desde podemos contemplar los humos de Huelva cuando no hay celaje. Las fiestas de San Juan con el Pino, el Sandalio etc.  Y lo que son las cosas, aquí conocí a la madre de mis hijas, Carmen Moreno Moguer, a su familia, padres, primos como Pepe y Manolo Moguer, Manolita, sobrinos, Claudio, Rosa Mari, etc. Amigos, como Francisco Martín y Brito, (ya fallecidos), al sindicalista, Juan Caro, Antonio Mostazo, Juan Rigores y Francisquillo Masera.

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