'Stay strong' (mantente fuerte), son las palabras que se ha tatuado recientemente Marc en su brazo. Y es que precisamente a eso, a ser más fuerte, ha enseñado a este joven cartayero la paliza que por su condición sexual sufrió hace dos años en el Carnaval de Cartaya, y que ha terminado con la condena a dos años de cárcel y una multa de 5.500 euros a dos de sus agresores.
Marc tiene ahora 20 años, estudia peluquería y reside en una casa de campo en Cartaya, su localidad natal. Desde hace poco trabaja en una peluquería en Huelva. Valora sobre todo haber perdido el miedo.
¿Cómo te encuentras tras conocer la sentencia condenatoria contra tus agresores?
–No se muy bien como me siento. Es verdad que estoy satisfecho, aunque no eufórico porque unas personas vayan a la cárcel. Pero si me satisface que hechos como estos sean sancionados. En el fondo es una sensación agridulce, porque cosas así no deberían suceder, pero una vez que suceden, deben ser castigadas.
¿Te has sentido apoyado?
–Sí. He recibido numerosas muestras de apoyo, tanto personalmente como a través de las redes sociales y por otros medios. Estoy muy contento por ello, ya que en ningún momento me podía yo imaginar que iba a recibir tantas muestras de cariño, incluso de personas a las que no conozco de nada.
¿Cómo sucedieron los hechos?
–Fue en el Carnaval de 2014 de Cartaya, concretamente el 1 de marzo, y estábamos en el pasacalles todos los amigos disfrazados, cuando de repente notaba que me tiraban de la capucha del disfraz para molestar, y me di cuenta que se trataba del grupo de personas entre las que estaban los ahora condenados. Yo siempre pasé del tema y seguían insistiendo con insultos como ‘mira el maricón ese’, y otros que no voy a mencionar y que prefiero dejar en etcétera. Una vez acabada la cabalgata llegamos a la Plaza Redonda, donde se concentró toda la gente que había participado en la cabalgata. Estuvimos en el templete un rato, hasta que llegó la hora de cenar y decidimos irnos.
Y finalmente, ¿cómo fue la agresión física?
–Pues porque el grupo de chicos que me estaba insultando estaba junto a nosotros en la plaza, y además de proseguir con los insultos, ya comenzaron a amenazarme diciendo ‘al maricón ese le tengo yo que pegar’. Yo solo me quería ir porque estaba viendo que se estaban calentando demasiado. Y en el momento que me estaba retirando de allí viene uno de los condenados y sin mediar palabra me pegó un pedazo de bofetón que, vamos..., y de repente se avalanzaron todos contra mi. De lo único que me acuerdo a partir de ese momento es que de repente me quitaron el móvil de las manos, y todo se volvió negro, de que me rompieron un diente, y que se me llenó la boca de líquido caliente, que después me di cuenta que era sangre. Parecía que la nariz era un grifo abierto. Escupí el diente, las manos se me llenaron de sangre, y ya la gente separó a los agresores, vino la Policía y me llevaron al centro de salud. Pero no me acuerdo de más: solo de mucha gente y de un montón de golpes. Yo no sabía ni lo que me estaba pasando. En el centro de salud me encerré en el baño y me quedé un rato llorando tendido en el suelo y preguntándome que había pasado. Al día siguiente puse la denuncia.
¿Conocías a los agresores?
–De nada. Evidentemente en Cartaya todos nos conocemos de vista, pero nunca jamás había tenido relación con ellos.
¿Te diste cuenta del tinte homófobo de la agresión desde el principio?
–Sí. Solo había que oír los insultos
¿Qué piensas de que haya gente así?
–Muy triste, y me da miedo de que una persona no pueda ir por la calle tranquilamente por miedo a que alguien, así porque sí, te pegue una paliza.
¿Has sacado algo positivo de todo esto?
–Pues sí. Me ha ayudado a hacerme más fuerte interiormente y a no dejar pasar tanto las cosas. Soy más reivindicativo ante las injusticias y no me callo nada. No tenemos porque aguantar estas cosas y somos libres para hacer lo que queramos con nuestra condición sexual. También he vencido al miedo. Yo al principio estaba ‘cagado’ a la hora de denunciar, pero ahora animo a quienes pasen por lo que yo he pasado a que denuncien. Y he recibido amenazas posteriores, pero ha valido la pena haber perdido el miedo y no haberme dejado intimidar.
¿Cómo han sido estos dos años?
–He estado muy mal, pero ahora muy contento, pese a que sigo teniendo secuelas como miedo a salir solo a la calle, lo cual tardará mucho en irse porque en realidad es un trauma. He tenido incluso que recurrir a salud mental y a medicarme porque ha sido mucho el miedo, las pesadillas y las fobias, hasta que decidí superarlo y hacerme fuerte.
¿Cómo es ahora tu relación con Cartaya?
–Prácticamente ninguna. Y no por los cartayeros en general, sino por este pequeño grupo de personas. Pero no puedo evitar tener miedo por lo que me ocurrió, que fue en Cartaya. No la piso prácticamente. Vivo en el campo y trabajo en Huelva. Y ahí me muevo. Además, muchos me han mostrado su apoyo, y también muchos han querido como encubrir el tema y no han querido ni ser testigos en el juicio por miedo a represalias.
¿Qué es lo que más valoras de todo esto?
–El tremendo apoyo que siempre he recibido de mi familia. n