No podemos permanecer impasibles

Publicado: 04/09/2015
Mientras el gobierno del PP que nos representa se muestra cicatero a la hora de poner su granito de arena para paliar la tragedia de los refugiados que llaman a las puertas de Europa , muchos ciudadanos de este país dan un valiente y admirable paso hacia delante y toman cartas en el asunto...
Mientras el gobierno del PP que nos representa se muestra tan cicatero a la hora de poner su granito de arena para paliar la tragedia de los refugiados que llaman a las puertas de Europa como tantos otros gobiernos de este Viejo Continente, muchos ciudadanos de este país dan un valiente y admirable paso hacia delante y toman cartas en el asunto. ¿Cómo? Organizándose, poniéndose manos a la obra y, sobre todo, ofreciéndose para brindar acogida a algunas de las cientos de familias que huyen del horror de la guerra y esperan franquear las fronteras de la UE en busca de una oportunidad que les permita emprender una nueva vida. Una iniciativa que evidentemente no basta para solucionar el problema humanitario al que nos enfrentamos pero que, cuando menos, puede considerarse alentadora.
Todo un ejercicio de solidaridad. Esa misma solidaridad que a lo largo de los últimos años ha mitigado los efectos de la crisis y  de las políticas de excesivos ajustes y recortes implementadas por el Ejecutivo de Rajoy, e impuestas desde Bruselas, se supone que para combatirla.
Y todo un gesto, también, que, además de resultar conmovedor, debería enorgullecernos a los españoles más que la victoria de la Roja en el último mundial de fútbol, por ejemplo, y, desde luego, más que cualquier otra gilipollez por el estilo de esas  con las que suele nutrirse el patriotismo barato.
El fomento de la cultura, la educación y la sanidad, la mejora de la calidad de nuestra democracia, la promoción de valores en favor de la libertad, la convivencia, el civismo, la cooperación ciudadana y los logros en progreso y bienestar son los verdaderos cimientos sobre los que se construye y refuerza una sólida y  auténtica identidad patriótica moderna, o posmoderna, si lo prefieren, para ser más exactos. Y, si no lo son, deberían serlo.
Las apelaciones a las banderas, a los himnos y a las discusiones metafísicas sobre el concepto o los conceptos de soberanía están ya trasnochadas. O, al menos, deberían estarlo, en este siglo XXI en el que nos hallamos inmersos.
Por cierto, es lamentable e indignante que todavía no se haya producido una intervención en Siria para detener un conflicto que está diezmando a su población y que no se haya puesto en marcha una seria operación coordinada de las potencias occidentales, con o sin los EE.UU. a la cabeza, para mandar a hacer puñetas al llamado Ejército Islámico. La mayoría de los habitantes de este planeta lo agradeceríamos. Y los que son musulmanes, con mucho más motivo.
No podemos permanecer impasibles.

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