El acierto

Publicado: 31/08/2015
Es verdad, necesitamos los escritores alguien que rompa en el interior la distancia, para hacer la visión del negativo que dicen los fotógrafos cuando retocan
Escribí un artículo y se me elogió como un acierto. Quiere decir que sirvió para algunos, o como ahora se dice, para el hombre medio. Este hombre, que no está partido sino que comparte la mediocridad diaria en forma de carga, busca alivio continuamente como el oso hormiguero las hormigas. De eso vive y es muy conveniente acertar con el gusto de su hocico para triunfar en los medios. Eso lo saben los presentadores de oficio.

Tengo una amiga, digo, que me elogia mis artículos, otros los critica con acierto. Camina con buen olfato tras el hombre medio, que digo, y yo sin pensar he terminado por escribirlos para ella. La confirmación nos es necesaria, dice un gran pensador de la comunicación, y el halago nos lleva a enderezar los pasos al sitio conveniente. Es el caso que tecleo más acertado con mi amiga en el subconsciente y ese pobre hombre que me lee de fin de semana se beneficia en este anonimato. Son los secretos de la prensa escrita, como la TV o la radio, que cumplen su misión en un tejido social desmotivado.

Es verdad, necesitamos los escritores alguien que rompa en el interior la distancia, para hacer la visión del negativo que dicen los fotógrafos cuando retocan. ¡Qué desazón no conocer a los lectores! No saber cómo reaccionan ante unas líneas que a veces surgen forzadas y otras van a parar a un ánimo poco dispuesto. Igual con las imágenes o las ondas del sonido, que son desplazadas por la siguiente en una sucesión sin retorno. Los buenos conductores de un programa o de una columna casi seguro que tienen una imagen hecha del seguidor habitual, o lo que es lo mismo, de las deficiencias de ese  hombre medio que tanto mentamos, y caen con su mensaje como bálsamo en la herida que produce el simple vivir. Pero es buen oficio éste.

 

Releo en estos días el libro que me regaló Richi, Mal de Escuela de Daniel Pennac. Es una hermosa historia del niño “torpe”. ¿Quién le dio potestad a la escuela, que antes se llamó Amiga, para clasificar?  ¿O para adelantarse a la vida y grapando a la inocencia? Gracias por tu regalo que me obliga, Richi. Pero ¿cómo prefijar un patrón infantil para esculpir la educación? O ¿cómo a ese hombre medio tenerlo en cuenta desde la política? Ambas me temo que tienen la misma dificultad añadida, la de una humanidad sin límites para estar ofrecidos a ese bálsamo que digo, que secará la intimidad. Es darse desde dentro, difícil ofrenda que requiere estar siempre llenos. Quizás sean los empleos  más difíciles vividos en soledad.

 

Yo creo que todos tenemos un estímulo dentro que nos hace aspirar. Por eso el secarral del egoísmo no tiene más cura que la amistad, ya lo dice la filosofía de Martín Búber, el judío vienés. Mi amiga desde ese mundo me condiciona y escribo para ella sin pretender nada, sin darme cuenta, pero centro la fluidez en un ser concreto con heridas concretas y con aspiración difusa como somos los mortales. La felicidad es la meta, el vivir tensos y despreocupados, el aspirar a vivir sin más. Persistir, amar, rechazar, agradecer. Estamos hechos de una red entrecruzada y firme como un cañamazo en que se bordara el hacer diario con hilos de colores. El negro es triste y se desecha, el blanco es sometido y no resalta. Mejor que toque el corazón y lo haga resonar como una campana que prolonga la vibración hasta una estructura receptiva.

 

Ahora veo que quizás la vida consiste en el acierto. En la sintonía de dos espíritus que están hechos para la mirada, para la cooperación, el complemento. ¡Es triste la horda, el banquete de la disputa, de la dentellada! ¿No creéis que ese fue el acierto del cristiano en la antigüedad? ¿El triunfo del amor sobre el individualismo, la aventura de pareja de donde surge el ser? Es un tesoro puesto en la libertad humana, una meta conseguida en una evolución lenta en el calendario del universo. No sabemos el a dónde pero estamos seguros de cómo es este misterio de la vida. Es un proceso que avanza e ignoramos  hasta dónde será capaz. Sólo tenemos que admirar y aprovechar la luz de cada día, no es tan difícil. Pero seguramente que nuestros sucesores no se aburrirán admirando lo que venga con la misma capacidad que si miramos lo pasado. Es hermoso vivir y sobre todo emocionante. Porque todo es aleatorio, espontáneo, vivo. Y lo vivo es emoción, sorpresa, belleza inesperada. Sólo se requiere acertar, acoplarse, sumarse al caudal, entregarse. ¡Qué angustia!, ¿cómo acertaré en este dédalo de pasajes, de riberas cruzadas sin dirección y sin plantilla lógica? Ya está, con la amistad, con el otro. Si lo tengo de destino en lontananza, trazaré mis surcos diestramente. Como mi amiga cuando tecleo mi artículo, destino de mis intenciones.  La clara referencia de un   semejante revela que en su dirección nos acercamos a la verdad. ¡Qué fácil!

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