Desde el momento en que nacemos estamos en contacto continuo con la posibilidad de errar, de no conseguir lo que nos propusimos o, a veces, no de la manera que queríamos hacerlo. Esto es un hecho y ocurre así en un gran número de ocasiones.
El poder que nos da el tener la capacidad de gestionar los “fracasos” a través de la búsqueda de un punto medio entre lo que podría haber sido, los recursos a nuestro alcance, el esfuerzo y el resultado final es fundamental para mejorar cada día, de poco a poco, con las ganas y la ilusión de crecer cada día una mijilla más.
No olvidemos nunca que todos, cada uno de nosotros, los adultos que somos hoy día fuimos en algún momento niños que aprendimos a base de relacionarnos con personas de un entorno que era el encargado de aportarnos las habilidades necesarias para ser capaces de aprender de lo que no salió del todo bien, fueran las causas que fueran.
El niño aprende a andar, a comer, a vestirse, a comunicarse… de manera natural y según su ritmo de desarrollo donde van incluidos los errores cometidos y por supuesto el aprendizaje que se saque de ellos. Quién no ha escuchado alguna vez en la boca de un niño decir “rompido” en lugar de “roto”, esto es una prueba más de que a través de la exposición a nuevos inputs el niño alcanza el aprendizaje adecuado mediante el equilibrio que los padres fomentan en su educación.
Equilibrio entre castigos y premios, entre reprimendas y alabanzas, entre atenciones y despreocupación… a modo de resumen rápido es igual de dañino el libertinaje como el sobre proteccionismo. La consonancia entre lo que necesita el infante y lo que exige o le viene de más es una delgada y fina línea en la que no es fácil mantenerse, nadie dijo que fuera fácil.
Pero una vez crecemos, los adultos que se plantean la educación de un hijo como un proyecto que abarca criar a los ciudadanos de las sociedades futuras debieran moverse en el ámbito de la asertividad, un concepto a veces olvidado pero vital para crear un lugar mucho más capaz y funcional.
Ya casi vamos terminando, ya he desarrollado la gran mayoría de mi teoría sobre un tema que es básico para cualquier tipo de sociedad, la educación, no solo me refiero a nivel formativo sino a la crianza pura y dura, la del hogar, la de la familia.
Esa que desde casa se trabaja para que los hijos se conviertan en adultos felices, sean lo que sean, tengan lo que tengan, sean adultos que se sientan afortunados de haber conseguido lo obtenido a base de empeño y afecto.
Los extremos nunca, nunca son buenos, no aportan sino que limitan, restringen a la persona a desarrollarse como mejor le convenga según las necesidades de la etapa correspondiente en la esté viviendo.
Concienciémonos de lo que tenemos ante nuestras manos, no dejemos pasar la oportunidad de ayudar a comprender un poquito más el mundo que les rodea a esos loco bajitos.