La misión espacial Rosetta, que tiene como principal objetivo el estudio del origen y evolución de los cuerpos primitivos del Sistema Solar y que lleva en órbita en torno al cometa 67P desde el 6 de agosto del pasado año, logrará mañana un nuevo hito al alcanzar su punto más cercano al Sol.
Tras treinta y un meses de hibernación, situarse en órbita en torno al cometa 67P, seguirlo en su órbita alrededor del Sol durante más de un año y enviar un módulo para estudiar su superficie, la nave acompañará mañana al cometa hacia su perihelio, el punto de la órbita más próximo al Sol.
Cuando la misión Rosetta se colocó en órbita en torno al cometa el 6 de agosto de 2014 este se hallaba a 540 millones de kilómetros del Sol, cerca de la órbita de Júpiter, y esa distancia ha ido reduciéndose hasta surcar ahora la región entre las órbitas de Marte y la Tierra.
Según ha informado hoy el Instituto de Astrofísica de Andalucía, con sede en Granada, mañana esa distancia será de 186 millones de kilómetros.
"Conforme nos acercamos al perihelio la actividad generada en el núcleo es capaz de expulsar al espacio no solo gas y polvo sino grandes fragmentos, de hasta metros de tamaño, que se desprenden del cometa", ha señalado José Juan López Moreno, investigador del Instituto de Astrofísica de Andalucía (IAA-CSIC) que participa en la misión.
Los cometas, pequeños cuerpos helados que proceden de las regiones externas del Sistema Solar, cambian drásticamente al acercarse al Sol.
Debido al aumento de la temperatura, los hielos se calientan, se evaporan y arrastran consigo los granos de polvo, que al quedar libres reflejan la luz solar y dan lugar a una mancha difusa central que envuelve al núcleo y las colas.
La misión Rosetta está permitiendo seguir en directo este proceso y, de hecho, la actividad de 67P ha aumentado de tal manera que desde el control de la misión han tomado diversas precauciones.
El pasado mes de julio observaron que los rastreadores de estrellas que la misión emplea en la navegación tenían dificultades para identificar las estrellas entre la gran cantidad de material expulsado y decidieron situar la nave a distancias más seguras del núcleo.
De esta forma, Rosetta, que ha llegado a observar el cometa desde apenas ocho kilómetros, se halla ahora a unos trescientos kilómetros del núcleo.
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