No es el Rey – ni el anterior, ni el actual- lo que importa a los que descuelgan retratos, y cambian nombres de polideportivos o arrinconan bustos del anterior monarca. Les importa la Constitución. El Rey es una figura representativa y no ejerce poder ejecutivo alguno, salvo para los asuntos de la Casa Real. En todos los asuntos de gobierno es el jefe del ejecutivo el que tiene la responsabilidad y la firma. Los jueces imparten la justicia en nombre del Rey pero, salvo abrir el año judicial y dar la bienvenida a los nuevos jueces, se abstiene de cualquier interferencia. Los militares lo tienen como jefe supremo pero las órdenes las da el ministro de Defensa o el jefe del gobierno. El Rey promulga las leyes pero las leyes se votan en el parlamento. .
La democracia representativa exige que todos los poderes efectivos del sistema sean forzosamente electivos y, uno que no lo es -como la monarquía- no puede ejercer un poder ejecutivo porque no hay más fuente de poder que la que emana del pueblo cuando vota. Por eso resulta estúpido pensar que van contra quien no tiene implicación en la política diaria. La política la hacen los representantes de los ciudadanos, no el Rey. En EEUU o Francia la cosa cambia porque sus presidentes son elegidos por votación popular. En Gran Bretaña la Reina tiene el poder nominal, pero no ejerce ninguno y el discurso de la Corona es el programa del gobierno.
Ahora la opinión publica que asiste confusa a nuevos juramentos parlamentarios y concejiles que parecen -por las condiciones que ponen prometiendo- letanías a San Cucufato – “San Cucufato, San Cucufato los cojones te ato, si no me devuelves lo que busco no te los desato” - no entiende tanto trajín con el Rey. No va con él la cosa. Lo que se impugna es la Constitución, el sistema, el “régimen”. George Washington dijo que “Al formar nuestra confederación, hemos partido de una opinión excesivamente bondadosa de la naturaleza humana”. Aquí pasa lo mismo. Opino que hay que retocar lo que se hizo mal, Reparar dice Pedro Sánchez. Otros quieren derribarlo todo y empiezan con lo simbólico, para que todo el mundo se entere. El gobierno, que recita la Constitución desde hace mucho, no se la ha creído nunca.
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