Practicar el voluntariado es meritorio, ser voluntaria con 82 años es de sobresaliente y regalar tiempo como profesora de internet y nuevas tecnologías cuando todos los alumnos son más jóvenes que el que enseña, es de matrícula de honor.
Esa sería la tarjeta de visita de Paquita Gutiérrez Márquez, voluntaria octogenaria en la iniciativa Andalucía Compromiso Digital dentro del programa de Acompañamientos digitales, que se nutre de fondos europeos, de la Junta a través de la Consejería de Economía, Innovación, Ciencia y Empleo y con el voluntariado de Cruz Roja.
Paquita, venerable abuela de perenne sonrisa, acude un par de veces en semana a la sede que Andalucía Compromiso Digital posee en la plaza de San Severiano, a impartir clases de informática a aquellas personas que así lo deseen y cuyo nivel de competencias digitales es nulo o escaso.
La tutora decana instruye a sus tutelados en el manejo de las TIC mostrándoles el mejor acceso a internet, el funcionamiento del correo electrónico, la creación de blogs y, últimamente y a petición del alumnado, los entresijos de las redes sociales, sobre toso, de Facebook.
La señora Paquita es una pionera en esto del hardware y el software y cuenta que tras prejubilarse de su trabajo en el mítico Hospital de Mora, donde desarrolló su carrera desde 1969 hasta el cierre del centro hospitalario en 1991, se puso a escribir, su gran pasión, y regaló un ordenador a cada uno de sus sobrinos, David y María José, "y me cobraban 75 pesetas por cada folio que me pasaban a limpio".
Así, al año siguiente se compró su primer ordenador, "que me costó 200.000 pesetas", para iniciarse en internet en el año 1996, algo que le dejó prendada desde un curso organizado por La Caixa que recibió en el centro de mayores de la calle Zaragoza.
Voluntaria de Cruz Roja desde 2002, Paquita ejerce como tutora en Nuevas Tecnologías desde 2013, cuando comenzó en esto de los acompañamientos digitales ofrecidos por estos mecenas digitales del programa Andalucía Compromiso Digital.
Está claro que la veteranía es un grado, y cuando de nuevas tecnologías se trata, en el que la edad de los profesores suele ser muy inferior a la del alumnado, contemplar a una octogenaria que maneja ratón y teclado con tanta soltura como alegría provoca admiración y demuestra que se es joven mientras quedan ganas de aprender. Y de enseñar.