La vida “no sigue igual”, tal y como cantara Julio Iglesias. Todo cambia. Cambiamos nosotros y los que nos rodean. Cambia la ciudad en la que habitamos, nuestro status, los conceptos más cotidianos. Este carácter efímero nos obliga a adaptarnos constantemente a una realidad inestable. Los recuerdos y la añoranza sólo nos sirven para revivir en la mente instantes de un pasado que ya no volverá. Situaciones como la muerte de un ser querido, la pérdida del trabajo, un grave accidente, una separación matrimonial… pueden derivar, si no sabemos encauzarlas, en una catarsis aflictiva de la que muchos no pueden o no saben salir. Pasar página, olvidarse de lo que pasó y encarar el futuro sin ataduras encabezan la lista de consejos que recibimos cuando la adversidad se nos cruza en el camino; asertos de perogrullo que difícilmente consuelan al que la padece. En estos últimos meses, diferentes circunstancias personales me han hecho pensar mucho en este asunto. Ante ellas, me he preguntado cómo encarar un futuro diferente cuando la adversidad se cruza irremediablemente en el camino. Dicen que el tiempo cura todas las heridas, incluidas las del alma. Pero también, que la cicatrización es lenta y que siempre subyace una costra indeleble que nos acompañará toda la vida. En mi caso, la fórmula se basa en un ejercicio mental que consiste en constatar que esa realidad ya no es tal, que ya no existe, que se perdió por el camino y que únicamente vive en el recuerdo. Aprender a vivir la nueva situación debe pasar por la necesaria adaptación a la nueva realidad sin lastres. Decía Heráclito de Éfeso que todo cambia y todo fluye y que no podemos bañarnos dos veces en el mismo río, porque a la segunda vez ni el río ni nosotros somos los mismos. En este teatro de la vida debemos ser conscientes de que los caprichos del destino harán bajar y subir constantemente las cortinas de un escenario en el que se representarán diferentes actos o episodios sujetos a una transitoriedad que nos acompañará mientras vivamos. Ser fieles a nuestros principios, exprimir y dilatar los momentos felices, aceptar los designios y adaptarnos a ellos y no dañar conscientemente a los que nos rodean son claves que deben acompañarnos en nuestra existencia y que, a mi juicio, nos ayudarán a sobrellevar esta obra teatral que inexorablemente acabará con el telón echado. “Desnudo nací, desnudo me hallo: ni pierdo ni gano…”, que diría el simpar Sancho Panza.
www.extebanf.blogspot.com
Envía tu noticia a: participa@andaluciainformacion.es