“Siempre he roneado de haber nacido y haber vivido en Jerez ”

Publicado: 07/02/2015
Faustino Rodríguez Marín, el propietario del Bar Juanito recibirá el próximo sábado en Los Claustros de Santo Domingo el reconocimiento de Hijo Predilecto de la ciudad que le vio nacer hace ya algo más de sesenta años.
¿Qué sentirá el próximo sábado cuando recoja el título de Hijo Predilecto de la ciudad que le vio nacer?
—Más que estoy sintiendo ahora no voy a sentir. De esto no te puede dar consejos nadie. La felicidad la lleva uno por dentro y es algo que te encuentras y que no has trabajado para merecerlo. Uno trabaja para vivir, aunque que yo me he matado por Jerez. Y es verdad. La gente dirá, lógicamente, que yo me he matado por mi negocio. Cierto.  Pero también por  Jerez, desde aquella época de la Cruz Blanca y del Bar Juanito, allí a la vera del Ayuntamiento. Cuando en la Cruz Blanca se bebía más vino que cerveza. Ahora se bebe muy poco vino, aunque yo lo sigo bebiendo. Mi padre se murió y me enseñó a alternar y lo llevo fenomenal. Sigo bebiendo vino, vino fino y con matrícula de origen, fresco de bodega y frío de nevera...Me decía que qué voy a sentir el sábado. Si siento la mitad de lo que vengo sintiendo desde que se puso en marcha el expediente...Esto te toca la sensibilidad. Yo diría que todo esto no es normal. Yo desde muy pequeñito me fui  a ayudar a mi padre, yo no pude jugar al fútbol, ni al bolindre...Mi madre lo tenía claro, en cuanto tenía un momento libre me mandaba a ayudar a mi padre. Estoy trabajando desde los 12 años. Entré de botones en el Casino Jerezano y allí estuve hasta los 15 en que ya me metí en el Bar Juanito. Sería el año 1964. Y para arriba, y trabajando y trabajando...y luego llegan las cosas. ¿Cómo me podía yo imaginar que iba a ser Rey Mago? Y lo fui. ¿Cómo me podía yo imaginar que me iban a dar el Premio Ciudad de Jerez, en la festividad de San Dionisio? Y me lo dieron. Y ahora, para colmo, hijo predilecto. Eso jamás me lo podía imaginar porque yo nunca he jugado para que me diesen esos galardones.     

Faustino Rodríguez Marín  nació  el 21 de diciembre de 1946, hijo de Juan Rodríguez “Juanito” quien fundara el Bar Juanito en 1943, en torno a un complejo de edificios municipales. Sus estudios los realizó en el Colegio del Buen Pastor, en Antona de Dios. Tras el Casino Jerezano y ayudar a su padre, en  1981 abrió el nuevo bar  que con el tiempo se convertiría, también, en restaurante, en el número 1 de la calle Pescadería Vieja, entre la Plaza del Arenal y la Puerta Real. Cuenta con más de cincuenta tapas que ensalzan la gastronomía de lo sencillo y entre ellas las  alcachofas, su plato estrella. Las Alcachofas –los alcauciles– son el primer Premio en diferentes concursos provinciales y Premio Nacional a la Mejor Tapa de 1992. El Segundo Premio Nacional “porque no me iban a dar dos veces el primer premio”  lo consiguió  con otra de sus excelencias: Carrillada al Oloroso de nuestra tierra. Guías prestigiosas, como Michelín, Gourmetour, Campsa,  y otras de interés turístico y gastronómico recomiendan el  Bar Juanito...
—Donde han venido gente de todos los estratos sociales. Tengo el bar, como puede ver, lleno de fotos con los personajes de todas las épocas y de todos los niveles artísticos, del fútbol, de la política...y aquí me han llegado muchos que me han pedido y no he sabido, o no he podido, nunca decir que no. Síndrome Dowm, Proyecto Hombre...,pero eso no soy yo el más indicado para decirlo. Son otros los que lo tienen que decir, mi perfil ha sido ese y quizá es el que me ha valido para conseguir estas distinciones. Distinciones que siempre he aceptado encantado, porque yo he hecho Jerez del  jerez. No he tenido que salir de aquí. He salido para ferias, para el Rocío, a trabajar, pero he vuelto, porque mi casa, mi negocio estaba aquí. Porque Jerez es muy solidario, porque sabemos atraer a la gente, aunque, a lo peor, hablamos mejor de la gente de fuera que de los de aquí, pero yo eso lo he toreado bien, como Paula, con todos mis respetos. Por eso, y lo puede poner en grande, yo siempre he roneado de ser de Jerez. Jerez tiene su idiosincracia, sus cosas, pero Jerez es mucho Jerez. Y si tú naces en Jerez, montas tu negocio y te mantienes es como si vas a Nueva York y te vas a la Casa Blanca.  

Además de Rey Mago y premio Ciudad de Jerez está en posesión de los premios “Jerezanísimo”, así como Jerezano del Año 1992. Es miembro de la Orden Internacional del Catavino de Oro y de la Academia Andaluza de la Gastronomía. Es Premio a la Hospitalidad Turística otorgado por la Asociación Provincial de Mandos Intermedios. Miembro de la Ruta del Vino y el Brandy del Marco de Jerez y  cuenta, entre otros certificados de calidad, con el Registro de AENOR...
—Mucho trabajo, desde aquella época en el Bar Juanito, con mi padre con las mangas remangadas, que se tomaba las copas y después llegaban las tapitas y el marisco de Carlos, el de la Cruz Blanca, y la gente que iba, Juan Cervilla...o Carlos Vergara, al que quería mucho y aún quiero aunque esté en el cielo, que era un embajador magnífico de nuestra ciudad. Yo veía la Semana Santa sentado en la puerta del bar, porque por allí pasaba la Carrera Oficial. Toda mi vida en el bar y al lado de mi padre.

Estábamos en una mesa, a la derecha según se entra en el Bar Juanito. Era la hora de la sobremesa y la conversación se rompía cada instante, porque saludaba a los clientes que se marchaban. Para todos tenía una palabra agradable. Adiós guapo, estás guapísima..., pedía una copa a Nono y recordaba siempre, constantemente, la figura de su padre...
—Es  que mi padre era un ser inimitable. Lo que hacía lo bordaba. Todo lo que hacía estaba riquísimo. Alternaba con los padres y con los hijos. Era otro Jerez. Mi padre era un monstruo. Había días en que se gastaban cuarenta o cincuenta medias botellas, que entonces eran de medio tapón. Esas botas que tenía de Agustín Blázquez. Todo el  mundo tenía que venir al Ayuntamiento y pasaba por el Bar Juanito. Y él se preocupaba de que se bebiese vino, aunque en aquella época era más fácil. Ahora es más complicado y no sé por qué con lo bueno que está el vino.

De los recuerdos de los años 60 y 70 a la realidad de los años 80, cuando el Bar Juanito tiene que dejar su ubicación en el Consistorio, frente a la plaza de La Yerba, para trasladarse a Pescadería Vieja. Fueron tiempos complicados...
—Es que mi padre se fue sin avisar. Estuvo en una fiesta y después se puso con molestias, fuimos al Hospital. Era el día de San Antonio de 1981, le detectaron algo raro. Y el doctor  González Baello, que era como su hermano, habló conmigo, que era el mayor, y me dijo aquí está esto. Duró seis meses, falleció ese mismo año el día de la Inmaculada. Recuerdo que iba a llevar unas tapas para una cacería, con Curro García, Borja Domecq...y me llamaron. Fue un palo. Desde luego si mi padre hubiese seguido vivo, él hubiese continuado siendo el protagonista. Era muy grande. Cuando él muere yo ya tengo mis tres hijos y un montón de novios para irme a un sitio u otro para poner un negocio..., pero yo me preguntaba que qué iba a hacer yo sin padre. Mi figura la solapaba él. Al Bar Juanito iba toda España. Llegaban las televisiones, pero nosotros estábamos en precario en una accesoria del Ayuntamiento y sabíamos que cuando comenzasen las obras para remodelar el Ayuntamiento, teníamos que salir de allí, como está pasando ahora con el tema de los nuevos alquileres. Aquello coincidió con la época inicial de Pedro Pacheco. El Ayuntamiento se traslada a Madre de Dios y nos vinimos a la Pescadería Vieja que, en aquel momento, no era el mejor sitio. El local no tenía ni patio, ni comedor, el bar era pequeñísimo. Era como un castigo porque la calle estaba muy mal, todo caído, muchos problemas de trapicheos de drogas. Por aquí no pasaban ni lo vecinos. En lo económico también eran momentos complicados, porque éramos siete hermanos, el bar muy chico, pero yo sabía que iba a salir a flote. Pasé unos primeros meses chungos, pero Jerez se terminó volcando conmigo. Mi padre me dejó su cartera de clientes y quedó mi madre, Lola, que guisaba impresionante. Eso sí que era una madre, una abuela, una tía..., lo que pasa que no sale nunca porque la figura de mi padre lo absorbía todo. Ella quería a mi padre con locura. Fíjese como sería, que salía del Buen Pastor, me ponía mi tupecito, me iba a mi casa y mi madre me decía que me fuese al bar a ayudar a mi padre. Hablo de cuando tenía ocho o nueve años. Eran otros tiempos y había que hacerlo así.

Del ayer al hoy. Del niño que se hizo hombre detrás de una barra, al hombre que vive un mundo distinto, una etapa de dificultades sociales y económicas como la que está atravesando este país que se sigue llamando España. Una crisis que afecta a todos, aunque Faustino todo se lo toma con alegría y se mete en sus recuerdos...
—Yo nunca me he quedado parado. Si había que ir al Rocío a trabajar he ido, si había que ir a la Feria he ido. He ido vendiendo el nombre de mi padre, el nombre del Bar Juanito. 
 

Y llega un cliente que le estaba esperando en la terraza y son cerca de las cinco de la tarde y seguimos hablando y comenta   “que esta noche vuelvo otra vez al bar, hay que estar al pie del cañón” y asegura “que tengo que mirar por la gente que hay aquí trabajando” y sueña con tiempos mejores, aunque...    
—Ahora lo veo todo muy raro, con todas las cosas que han sucedido. Aquí en Jerez no hay humo. No hay humo ni de tabaco, porque no dejan fumar. No hay fábricas. Todo es turismo. Ahora mismo estamos todo el mundo trabajando por el turismo en Jerez, porque no hay otra cosa. Yo soy consejero de Horeca, de Acoje, pero hay una cosa que tenemos que tener en cuenta. Si vienen muchos turistas al bar, te queda sin gente de Jerez, porque dicen este nada más que se dedica a los guiris,  con perdón, porque aquí, a mis compañeros, les tengo prohibida la palabra guiri. Aquí vienen personas, sean de donde sean. Julio Iglesias o Jude Law han comido aquí, pero no saco pecho. Es más importante el que viene todos los días a gastarse el dinero. Pero eso no quita que todos estemos sumidos en el tema del turismo. Qué día no salen páginas en el Viva Jerez o en Información los domingos hablando del turismo. Pero siempre hay que darle gracias a Dios, todos los días, todos los minutos y poder tener a doce o catorce personas trabajando. Y poder estar a tu aire, a tu forma. Jerez tiene su idiosincrasia y todo el mundo quiere estar, quiere saber, pero es que          en Jerez hay mucho arte, hay mucha gente interesante. ¿Sabe cuánta gente, de toda España, venía a vestirse a Juva, en la calle Larga?  Gente de Madrid, de todas partes. Te lo digo de verdad. En Jerez se ha vestido siempre fenomenalmente bien. Los mejores trajes, los mejores zapatos. Ha habido una diferencia descomunal con Madrid o con cualquier otro sitio de España. He dicho Juva, pero ahí estaba Armando, Antolín, que es una figura desde que nació, ahora Jesús González. Hemos tenido siempre lo mejor. Los mejores restaurantes. Esto pasa como con las madres, que te das cuenta lo que valían cuando faltan. Ese bar Joaquín, que venían la gente de Madrid nada más que a comer. Entonces no había el servicio de aviones que hay ahora, si no Joaquín hubiese sido multimillonario. Los Cines, La Española, La Granja Soler, La Venencia...No hemos valorado lo que tenemos. Conocíamos las calles por el olor. El café del Maypa olía desde la Plaza de Plateros o cómo olía la calle Caballeros cuando levantaban las tapas de las latas. Esto es real. Cómo olía el pescaíto del freidor de Santiago. Las calles olían. Ya no huelen. Entras en un bloque y no hueles. ¿Cómo olía antes la mantequilla de un ultramarinos, la manteca colará de las carnicerías, los chicharrones. Esa es la vida. Y a mí me ha ido muy bien.   Mi padre, cuando no había gente en el bar, me decía que cogiese una sartén, que entonces servía para todo, no como ahora que hay una sartén para cada cosa. Le echaba  a la sartén laurel,  un poquito de manteca colará y vino  y, de momento, estaba el bar lleno.   La manteca era de cerdo, no había aditamentos... Era la vida. En Jerez ha habido mucho arte, muy buena gente, muy grandes profesionales y aquí seguimos trabajando y vendiendo la marca Jerez.

Palabra de un Hijo Predilecto de la ciudad.

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