La hermandad quiso realizar su particular camino desde su nacimiento. Para ello escenificó con un grupo de turistas que visitaban el Monasteriocon la leyenda del monje, de la órden de los Mínimos, que llegó hasta El Puerto para fundar su congregación desde la onubense Almonte.
Nació el monasterio y con ello llegó el Espíritu Santo que escenificó una niña con un tambor para traer el Simpecado y así el nacimiento del Rocío portuense. Tras él la música de cincuenta piteros venidos de toda Andalucía occidental. Una vez puesta la semilla rociera, un libro dividido en once capítulos narró todos los aspectos de los romeros, desde su sede canónica en San Joaquín hasta la Ermita de la Divina Pastora.
Poco a poco, sin prisa pero sin pausa se iban sucediendo los acontecimientos, la salida, el paso por el río, la noche, la oración, la familia rociera, la Virgen como principio del camino de Dios, la salida de la Reina de las Marismas por toda la Aldea, hasta llegar al corazón fervoroso de cada uno de los rocieros. Terminó la celebración con la Salve cantada por los presentes. Los asistentes, al finalizar, reflejaron su emoción y alegría por el excepcional trabajo realizado y que contó con la ayuda de Vicente y Josechu Rodríguez, Dionisio Villar, Sonido Ojeda y Sucesores de Ángel Martínez.
Mención aparte fue la imposición de medallas a los nuevos hermanos en la misa de los rocieros celebrada ayer donde la homilía del padre Antonio Durán cautivó a los fieles y donde reflejó la vida rociera destacando en su intervención al hermano Cristóbal que falleció el sábado y “asistió desde el Cielo a la celebración”.
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