Cuando el 25 de marzo de 2012 los andaluces decidieron la composición de su Parlamento, en las filas de Izquierda Unida las expectativas se vieron más que superadas y se celebró "haber parado la ola azul en Despeñaperros", como reclamó durante toda la campaña su candidato a la Junta, Diego Valderas.
Ahí se dio el pistoletazo de salida al acceso de IU al Gobierno andaluz, algo inédito hasta entonces. Sus doce diputados le hacían falta a los 47 del PSOE para superar los 50 con que contaba el PP y los dos partidos de izquierdas se aplicaron a la labor de entenderse.
En otras legislaturas, el PSOE ya gobernó en coalición, aunque con el Partido Andalucista, siendo Manuel Chaves, presidente de la Junta.
En pocas semanas se alcanzó un acuerdo de gobierno PSOE-IU, el llamado "Pacto por Andalucía", que contemplaba 28 leyes y 250 medidas y que permitió que José Antonio Griñán fuera investido presidente el 3 mayo, cargo que ocupó hasta que en el debate sobre el estado de la comunidad del año siguiente anunció que dejaba el puesto.
La llegada de Susana Díaz al sevillano palacio de San Telmo, sede de la Presidencia de la Junta, y la elección de Antonio Maíllo en junio de 2013 como sucesor de Valderas al frente de IU en Andalucía dieron paso a una relación distinta.
Ni uno ni otro han disimulado nunca su falta de entendimiento, aunque ello no ha impedido el pacto haya avanzado en general sin grandes sobresaltos.
En este tiempo, tanto socialistas como IU han ondeado la bandera de que Andalucía y su gobierno de izquierdas demostraba que "hay otra manera de hacer las cosas y de salir de la crisis" y han presentado a la comunidad como "ariete" contra los recortes del Gobierno central.
A este argumento, y a que "se deja en la cuneta a los ciudadanos" que "tocaban con la yema de los dedos" medidas como garantizar el suministro de mínimos vitales de agua y luz o la defensa de consumidores de productos hipotecarios -que se quedan en la línea de salida del que iba a ser próximo periodo legislativo- se agarran en la coalición para lamentar una ruptura que no esperaban.
Cuando el pasado lunes la posibilidad de un adelanto electoral saltó al ruedo con visos de convertirse en realidad, Maíllo recordaba que "un pacto se rompe cuando hay desacuerdo en profundidad sobre algún hecho que sea absolutamente incompatible con el acuerdo de gobierno", y que esa situación sí pudo producirse cuando estalló el caso de la Corrala de la Utopía.
En abril del pasado año el realojo por parte de la Consejería de Fomento y Vivienda, dirigida por Elena Cortés (IU), de los vecinos expulsados de la Corrala dio lugar a que la presidenta retirara las competencias en adjudicación de viviendas sociales a este departamento, decisión que revocó con un decreto posterior y que llevó a que IU suspendiera "momentáneamente" el pacto.
Tras días de "zozobra" e intensas negociaciones que culminaron en un acuerdo de madrugada, ambos partidos dieron por zanjada la crisis y proclamaron la plena salud del pacto, que no volvió a ponerse en entredicho de forma tan evidente hasta que IU celebró el pasado diciembre una asamblea de balance para analizar con sus militantes su labor en la Junta.
La decisión de facultar a la dirección para convocar un referéndum en junio sobre su continuidad en la Junta si no se aprobaban cinco leyes "estratégicas" y el anuncio de pedir una comisión de investigación sobre "toda la corrupción" en Andalucía -con IU presumiendo de ningún caso de corrupción con ellos en el gobierno- fueron recibidos en el PSOE como un ataque a la línea de flotación del pacto y se empezó a pedir a sus socios "seriedad, rigor y dedicación plena".
A esa asamblea asistió el candidato a la presidencia del Gobierno de IU, Alberto Garzón, al que nunca ha gustado el pacto andaluz y que ha sido señalado directamente por Díaz como una de las causas de la "inestabilidad" esgrimida para adelantar las elecciones.
"Ni Garzón ni nadie aporta inestabilidad", ha contestado tajantemente Maíllo en diferentes ocasiones.
La intención de Valderas de viajar a los campos de refugiados saharuis de Tinduf (Argelia) en el primer trimestre del año ha sido el último desencuentro entre los socios. Díaz se lo prohibió públicamente y el vicepresidente abrió un "periodo de reflexión" que la precipitación de los acontecimientos no ha permitido culminar.
"No hay ningún motivo", "no hay razones objetivas", "no hay explicación convincente", "situación kafkiana", "gran disparate", "se está construyendo una falacia", repiten los dirigentes de IU.
En su sede andaluza se entiende que Díaz ha utilizando "excusas" por un "interés personal" para romper con ellos, que ya le han advertido que su decisión "abre un gran ciclo de inestabilidad como no se conocía desde hace décadas y que trasciende a la comunidad autónoma", con unas elecciones municipales en apenas cuatro meses.