Shinnosuke Inugai (Japón, 1982)
Vencedor moral de la Semifinal. Su piano es sonoramente poderoso, corpulento, torrencial e infalible (complicadísimo escucharle alguna nota falsa, pese a su edad). Aparte de su fuerza, su música contiene poesía a raudales. Su gran virtud es que, si uno se fija, se le puede escuchar todo. Inolvidable, la vertiginosa y desgarradora lectura que hizo de la Sonata en si menor de Liszt. Obra cumbre del pianismo, y que ya forma parte de la historia de este certamen. Sin olvidarnos de su sensual y colorida “L’Isle joyeuse” de Debussy. Sin duda, el mejor pianista de los tres finalistas, lo que no quiere decir que vaya a ser el ganador. Tocará el primero de Liszt, lo que le viene como anillo al dedo. En su contra tiene -aunque haya alguien por ahí que no se lo crea- tocar el primero.
Antonii Baryshevskyi (Ucrania, 1988)
El ucraniano -favorito del Jurado- es un pianista de técnica depurada, de enorme elegancia y con un sonido apabullante. Pese a que se dejó por el camino la enorme belleza canora que posee la Humoresque Op. 20 de Schumann, su vibrante y cegadora visión de la Petrouchka de Stravinsky, le empujó hasta la gran final. También interpretará el Primer Concierto de Liszt, por lo que en su contra puede tener la cercana comparación sonora con su predecesor, un gran traductor del húngaro. A favor, su densidad de sonido, y su primaria “veteranía” (es el mayor de los tres), que le va a venir de perlas para enfrentarse a Liszt, amén de tener a todo el Jurado rendido ya a sus pies.
Jingjing Wang (China, 1981)
Se metió en la final a última hora, y ya saben eso de que… los últimos serán los primeros. Su segunda Sonata de Brahms estuvo bien tocada, consiguiendo un sonido puramente brahmsiano, algo que no está al alcance de cualquiera. Aunque, lo que le llevó hasta esta Final, fue su espléndida ejecución del “Scarbo” del “Gaspard de la Nuit” de Ravel. Si consigue tocar el Concierto en sol mayor de Ravel, igual que esta memorable pieza, puede dar la gran sorpresa. A favor tiene que de los tres, es el único que no va a tocar Liszt, por lo que Ravel puede abrirle más de un corazoncito, tanto del público, como del Jurado. Ejecutará el concierto más hermoso -para el oído- y encima, lo hará el último, por lo que su interpretación será la más fresca en la memoria. En contra tiene lo que Vd. y yo estamos pensando. Exacto, el año pasado ya ganó una chinita.
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