De vuelta a Ítaca

El Papus. El Charlie Hebdo español que a algunos no les interesa recordar

En 1977 la redacción de El Papus sufrió un atentado sin que a día de hoy se haya condenado a nadie

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A veces la casualidad existe, y aparece sin más, cuando uno menos la espera, y te golpea con la imprudencia que sólo el destino es capaz de ejecutar sin molestar; y así, como en una broma macabra, ha querido el azar que yo estuviese leyendo al magnífico “Malos Tiempos” del dibujante Carlos Giménez cuando me enteré del criminal ataque a la revista francesa Charlie Hebdo. Giménez -sí, se escribe con G-, ha sido uno de los mejores historietistas que trabajó durante la llamada transición, y en ese tiempo en el que ejercer el oficio de dibujante en una revista satírica chocaba frontalmente con la dictadura, podríamos decir que fue casi un héroe. 

Quizás la mayoría no encuentre relación alguna entre Giménez y el atentado contra Charlie Hebdo, pero  cualquier amante de la historieta de esa época sabrá que el lazo entre ambos se encuentra en la revista El Papus, un semanario subtitulado como “satírico y neurasténico”, en el que colaboraron historietistas y escritores del nivel de Vázquez Montalbán, Maruja Torres, Já, Ivá o el propio Giménez. En plena época dorada de la historia gráfica española, el Papus apareció junto a otras revistas, sirviéndose del humor y el lápiz como únicas armas frente a una dictadura caduca que no parecía querer morir.

Sus chistes y la falta de respeto al orden establecido por la fuerza, la convirtieron en problema para las autoridades, que ya en una fecha tan temprana como 1975 decidieron suspender su actividad por cuatro meses. Por no claudicar, la revista fue blanco de ira de los cobardes grupos de extrema derecha que actuaban con la impunidad que el estado les brindaba. Como en Charlie Hebdo, ni pintadas ni amenazas surtieron efecto y por eso los miserables dieron un paso más, y en 1977 una bomba explosionó en la redacción de la revista, llevándose por delante la vida del conserje del edificio donde estaba instalada. La mezquina Triple A (Alianza Anticomunista Apostólica) reivindicó el atentado que había acabado con la vida de un trabajador que, para colmo, nada tenía que ver con la revista. También como Charlie Hebdo, el Papus no cedió al chantaje de los criminales, y sacó un número especial mofándose de los verdugos, en cuya portada un dibujante levantando el brazo gritaba: ¡Ave César, los que van a morir te saludan!

Lamentablemente la reacción de las autoridades ante tamaño crimen no fue igual que en Francia. Según August Gil -experto en terrorismo que estudió el sumario-, hubo una obstrucción deliberada para proteger a los culpables, y la policía actuó en todo momento con negligencia e inhibición, algo por otro lado común en otros crímenes sin aclarar protagonizados por la extrema derecha en esos años. Que hoy, casi cuarenta años después de superada esa dictadura, el estado no sea capaz de dar a conocer los nombres de los asesinos, demuestra cuán lejos está nuestra democracia de ser perfecta, y sobre todo la pervivencia de un terrorismo que en su tiempo fue tolerado, y hoy sigue siendo protegido. Muchas víctimas quedaron en el camino, víctimas de segunda a las que nadie parece tener en cuenta, y que tienen que soportar hechos dantescos, como el de que uno de los ultraderechistas que fue implicado en su momento en el hecho, aparezca ahora en su perfil de facebook con banderas preconstitucionales, seguro de que jamás será juzgado. No es este el caso más sangrante desde  luego, ya que hoy mismo, el autor material del atentado a la redacción de El País es funcionario de prisiones, puesto para el que no parece ser problema el tener las manos manchadas de sangre.
 

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