No creo en los cambios mágicos ni en sortilegios de Cenicientas inversas, esos que al filo de la medianoche convierten a la humilde sirvienta en una cool princesa. No creo en los dones del azar porque inducen al inmovilismo espiritual y a la inacción vital: si es la suerte la que vendrá a obsequiarme con algo mejor, para qué coger a la suerte por el gañote y exigirle esa mejoría. Creo en la búsqueda de eso que llaman suerte, aunque los pies sangren en el camino. Les cuento esto porque en breve pasaremos de un año a otro, y lo celebraremos confiados en que el nuevo nos traiga algo mejor, como si cambiar la última cifra fuera un imán que atrajera la buena suerte.
No obstante, me rindo, y me apunto a la moda de resumir el año agonizante en España. Lo haré con los dos personajes que, a mi entender, han marcado 2014. Son absolutamente distintos, pero comparten una nota común: ambos han sido engendrados por el propio sistema como los organismos enfermos generan anticuerpos para defenderse. Estos dos personajes, y digo personajes porque el papel ha engullido a la persona, son dos toques de atención, el resultado del parto de un sistema a punto del colapso, de una democracia que, como los decorados spaghetti-western del desierto de Almería, solo es fachada hueca, de una partitocracia que ha hecho una melé para no dejar a nadie de fuera tocar el balón, de un Estado con psoriasis de corrupción. De ese cieno, estos lodos, que cifran tan bien el año que finaliza. Personajes que comparten esa capacidad sintética, si bien uno posee consistencia dialéctica y política, mientras el otro es un extravagante conseguidor al que ahora quieren desmontar calificándolo de friki quienes le protegieron y abrieron puertas. Son Pablo Iglesias y el pequeño Nicolás.
El primero de ellos, ninguneado al principio y despreciado bajo calificaciones tan lerdas como “el de la coleta” o el “perro-flauta”, se ha revelado como una alternativa muy creíble al poder de la partitocracia y con más fuerza de la que imaginaban. A pesar de la campaña de descrédito animada desde la “casta”, su formación política no para de ganar apoyos y, aún improvisando su programa y sin una estructura estable, amenaza el oligopolio de los partidos políticos españoles, llegando a suscitar tanto terror como para que se plantee hasta un pacto entre PP y PSOE. Su programa podría resumirse en recopilar la indignación de la gente de la calle que está hasta la coleta -y no de la de Pablo Iglesias- de tanta mentira, corrupción, cinismo y medidas que solo favorecen a los que más tienen. Pero nuestros políticos profesionales -ojo, que Iglesias y los suyos van camino de ser casta- no se dan cuenta de que Podemos es el último whatsapp que la sociedad española les ha enviado tras no haber recibido respuesta a los incontables mensajes enviados anteriormente. Iglesias es hijo putativo de la partitocracia y la crisis, y se ha erigido en altavoz de la indignación social.
El pequeño Nicolás es otro hijo putativo, en este caso de la partitocracia y la corrupción, además de un desmentido a quienes pregonan que nuestra democracia es invencible. Pues bien, este zangolotino la ha puesto en jaque a base de selfies con políticos y empresarios y mensajes con el jefe del Estado. Quieren desacreditarlo bajo el sambenito del frikismo, pero Nicolás nos muestra dos cosas: el sistema está tan débil que un niño puede hacerlo tambalear y la existencia de una red de conseguidores en este país que manejan negocios, concesiones y contratos públicos, contactos y reuniones al más alto nivel. Eso sin entrar en la gran cuestión, ¿quién protegía a este chaval con cara de pánfilo?
Permítanme que, además de los dos personajes del año, añada un héroe íntimo, cuyo gesto me emocionó y conmocionó. Es Rafael de Cózar, que murió en el incendio de su casa por querer salvar su biblioteca. Habrá quien piense que una vida vale más que todos los libros de la historia de la humanidad, Rafael no, creyó que salvando un solo libro se podía salvar a toda la humanidad. Me quedo con ese gesto como lo mejor del año: un libro es un acto de amor, y el amor debería definirnos y diferenciarnos del resto de animales.
Peleen por que 2015 sea un feliz año.
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