Arranco con la mala práctica común que existe en la sociedad de no darle mucha importancia a la palabra dada, se dicen las cosas por decir, se promete sabiendo que no se cumplirá lo dicho y, lo que es más grave, que nadie se sorprenderá en exceso por ello. Antes, cuando todo esto era campo, la palabra de uno valía tanto o más que un contrato firmado, la mano tendida era seña de hombre de bien, de persona con honor –qué bonita palabra-, de que ese trato se cumpliría sí o sí. Hoy, la mala lengua nos rodea, en buena medida la ha destrozado la política desde que la democracia instauró la mentira como sendero válido hacia el poder y, pensando, no por lo cual habría que iluminar la noche con cohetes, descorchar cava o simular orgasmos múltiples, me asaltan tantas situaciones de este 2014 a punto de finalizar en las que políticos han dicho cosas sabiendo que no podrían cumplirlas. Le debo un artículo a eso. Confieso ahora íntimo que a pesar de los cinco años que uno lleva dándole a la tecla en este espacio fiel a la poda, suelto, ágil de tijera, versátil en diferentes cultivos y, por encima de todo, divertido con la misma, cada semana se acumulan temas gracias a esta ferviente actualidad que da para tanto. 2015 será intenso.
Díaz. Ningún indicador refleja que Andalucía haya avanzado mucho en este 2014, de hecho de su gestión no resalta nada y el año que termina pasará a la historia por la culminación del relevo generacional del viejo PSOE-A de Chaves, que transitó por Griñán para recaer, finalmente, en una Susana Díaz que tras haber impuesto su modelo y desplegado todo su manto, que a muchos cubre, que no a todos, por Andalucía, ha fijado de nuevo su objetivo en Madrid. Su gestión orgánica es intachable, de la otra opinan distinto los más de un millón de parados que circulan por suelo andaluz. Pedro Sánchez sabe que tras el cogote tiene el aliento de la joven trianera, a quien no gusta competidores ni brillos que mengüen su luz en la casa del pueblo y que, diga lo que diga cuando sea que lo diga, pretende llegar a Ferraz a ser posible por aclamación y, si pudiera evitarlo, sin el riesgo de pasar, al menos ahora, por urnas, que en definitiva es el único barómetro real de lo que cada uno vale. Por ahí, ni Díaz ni Sánchez y de ello recuerdo una memorable frase de Kevin Spacey en House of Cards cuando, a punto de ser nombrado, se vuelve a cámara y dice: “Presidente de los Estados Unidos y aún no he tenido que pedir el voto para mí. La democracia está sobrevalorada”.
Los barómetros sociológicos, que son esos medidores de discutible fiabilidad y muchas veces ideados para agradar o molestar o ambas cosas a la vez, anuncian una victoria del PSOE-A con el 30 por ciento de intención de voto y que, no es intrascendente, son casi diez puntos menos que los que logró Griñán en 2012 -el 39,52 por ciento por entonces-, a pesar de lo cual estaría ahora entre cinco y siete puntos por encima de un PP-A que ha caído más de quince puntos, que no remonta nada y que sestea por inercia. Podéis, como apunta genial Arcadi Espada, estaría entre el doce y el diecisiete por ciento, tercera fuerza, mucho para no tener rostro ni discurso y alimentarse solo del malestar y del error de sus contrincantes consistente en hablar mucho y mal de esta formación cuando eso no hace más que engordarla. IU se mantiene o cae, según quien muestree, UPyD sufre y tal vez solo pueda meter parlamentario por Málaga, mientras que el PA remonta porcentajes y podría alcanzar parlamentario por Cádiz. Formar gobierno así sería todo un lío y con estos números se ha manejado la presidenta de la Junta durante el año que acaba; no le salen y solo por eso no ha anticipado, medita cuándo hacerlo y hasta entonces vigilará sus barómetros para decidir y, mientras, dirá a todos que su compromiso es Andalucía, que apoya, a ratos, a su secretario general y, en fin, todo eso de manual, pero la idea está instalada en su cabeza y todos los pasos que da están dirigidos. Lo que hizo el jueves en Toledo con Bono y García Pagés, un nítido ejemplo; seguramente está muy arrepentida de no haberse subido al AVE hacia Madrid el pasado verano y más al darse cuenta de que Sánchez no ha resultado tan manejable como quizás pensó y, cuando mira atrás, ve un incierto resultado electoral en este su suelo andaluz y a Podéis alimentándose en su pesebre electoral. Pero también este envite sobre Sánchez pueda provocar el efecto contrario dentro un PSOE-A adormecido en la división entre fieles, no tantos como pudiera parecer, y atemorizados, en crecida; quizás más de una provincia ande alerta y decidida a debatir liderazgos en cuanto se dé la situación. Decir ahora que no descarta subirse al tren, si pasa de nuevo, cuando hace solo unos meses aseguraba que su prioridad era Andalucía y que por tanto descartaba lo demás es hacer mal uso de la lengua, de la memoria ciudadana y de la importancia en la palabra dada, al margen de poner a su partido contra las cuernas solo para satisfacer una gran, tal y como confiesa, ambición personal.
Alaya. Difícil resulta cuantificar el perjuicio que ocasionan instrucciones judiciales eternas. Eres, formación, Madeja o Enredadera se concentran en la misma mesa, esa de una Mercedes Alaya que presiona con mucha eficacia y tesón cuando concentra entrecejo en contra del PSOE-A, o eso parece, quizás para devolver afrentas personales, y tal vez lo haga con más descuido cuando debe enfilar a según qué promotora o a según qué partido, como el PP y, de él, a según qué alcalde. Sobre el asunto, leyendas urbanas, o malas lenguas según se vea, resuenan por las esquinas de esa Sevilla engalanada en Navidad y dispuesta a una batalla política concentrada a lo largo de este 2015, año de concentración electoral donde el ciudadano deberá dejarse convencer, medir si el suyo es un voto ideológico, si está basado en dar alternancia al poder, al bipartidismo o al castigo sobre quienes han participado o no controlado el todo vale. En los próximos doce meses se desvelarán tramas de diversas corruptelas, se derivarán responsabilidades y cárcel para no pocos, en los ámbitos local, provincial, autonómico y nacional, tal vez todo ello antesala de una calma que dimensionará en justa medida esta tormenta perfecta y que está retratando el lado oscuro del modelo. Pero un día saldrá el sol y los jueces dejarán de ser las estrellas de los telediarios y, tal vez, el ciudadano comience a creer de verdad que lo peor ya pasó.
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