\"Cuando la Macarena estuvo en la Universidad\" Segunda Parte.

Publicado: 19/12/2014
(Símbolo de la persecución religiosa durante la II República, 1931-1936)
(Ahora vamos a resumir la situación creada por la II República. Un mes después de la caída de la Monarquía y proclamación republicana, fueron saqueados e incendiados el colegio de Villasís y varios templos)


Naturalmente, según la versión marxista, la quema de la capilla de San José, en la calle Jovellanos, no fue obra de agitadores a sueldo, captados por los "agit-prop", en los suburbios de Amate o el Vacie, donde miles de personas vivían en condiciones infrahumanas. Los incendios y saqueos fueron realizados por los curas y la gente de derecha para desacreditar a la República. Una versión insostenible, enfrentada a los testimonios de la época y al sentido común, pero que todavía repiten en nuestros días algunos historiadores.

Ese mismo año, después de numerosos incidentes sociales, que en Sevilla culminó con la primera Semana Roja de España de trágico balance, tomó cuerpo la actitud antirreligiosa y anticatólica durante los debates parlamentarios sobre la Constitución republicana. Fue la excusa para arremeter desde todos los frentes contra la Iglesia, mientras se debatían los polémicos artículos 24, 25 y 26.
Seguirían la expulsión de los Jesuitas, la prohibición de la enseñanza religiosa, la retirada de los crucifijos de las aulas, el cierre de las capillas escolares, la secularización de los cementerios, la prohibición del culto público, incluso el uso de las campanas de los templos.
Y comenzaron los ataques a las iglesias sedes de las Hermandades).
Durante las noches, grupos de hermanos hacían guardia en el interior de los templos con sacos de arena y cubos de agua preparados para evitar que se propagaran los incendios provocados por los "cocteles" Molotov que criminales a sueldo tiraban por las ventanas.
(Nuestro hermano recientemente fallecido, Juan José Marín Vizcaíno, como otros que vivieron aquellos años dramáticos, legaron sus testimonios sobre las noches de alerta en la parroquia de San Gil).

Al mismo tiempo, algunas imágenes muy preciadas, fueron ocultadas fuera de los templos y capillas, en domicilios seguros.

La Hermandad de la Macarena vivió tiempos de angustia. No bastaban las guardias de hermanos durante las noches. Se proyectó un sótano en el templo de San Gil y una caja de hierro para guardar la imagen de Nuestra Señora, pero se rechazó el proyecto por no garantizar la seguridad deseada.

En los días de crisis más violentas, la Junta de Gobierno decidió ocultar la imagen de Nuestra Señora en lugares seguros y secretos, sólo conocidos por pocas personas. Nuestra historia recoge que la Macarena estuvo oculta en los domicilios de Francisco Pareja Muñoz, en la calle Méndez Núñez, y de Manuel Gamero Díaz, en la calle Lepanto, tan vinculados a la Hermandad.
Pero aún la Virgen Macarena sería protagonista de un hecho singular, emotivo, aleccionador, como si la Providencia hubiera querido marcar hitos históricos que sirvieran de referencia a las personas de fe.

La Macarena durmió dos noches de miedo en un corral de vecinos de la calle Escoberos. En pleno Moscú sevillano, rodeada de algaradas, de angustias macarenas por la seguridad de su Virgen...
¿Será posible que la Santísima Virgen, la Madre de Jesucristo, reposara entre sábanas blancas sobre un humilde lecho de obrera macarena? ¿Hay imagen alguna en la historia cofradiera que fuese escogida como símbolo de la persecución y, al mismo tiempo, como testimonio de humildad en un corral de vecinos?

Cerremos los ojos. Pongamos en nuestra mente la figura de la Virgen. No la vamos a ver con su espléndida corona, ni con su manto, ni rodeada de luces... La vamos a ver semioculta entre sábanas blancas de un lecho humilde, en la semioscuridad de una pequeña habitación de corral de vecinos, mientras Victoria Sánchez, la limpiadora del templo, la mira, la custodia, duerme en el suelo junto a la cama, siente su corazón palpitar de emoción, de miedo, y también de alegría por saberla segura... ¿Cabe más esplendor, mejor trono para nuestra Virgen?
Cuando España se acercaba a la "Primavera Trágica", cuando Sevilla era el símbolo máximo de la conflictividad política y social, la Junta de Gobierno de la Macarena no dudó en buscar refugio para la imagen de la Esperanza Macarena.

Febrero de 1936 trajo el Frente Popular y con él la práctica desaparición de la II República. El poder estaba ya en la calle. La Internacional Comunista cerraba su cerco sobre España, y Sevilla, "Sevilla la Roja", título que las izquierdas clamaban orgullosas, volvería a ser la clave, primero del triunfo arrollador del Frente Popular, y después, del éxito inicial del Movimiento.
Días antes del triunfo del Frente Popular, temiendo lo peor, la Junta de Gobierno acordó que sólo tres personas conocieran el lugar secreto donde quedaría custodiada la venerada imagen. Deseaban evitar el más mínimo riesgo. Estas personas fueron el Hermano Mayor, don José Ruiz Ternero; el mayordomo, don Domingo de la Torre y el hermano don Antonio Román Villa.
Durante la madrugada del día 12 de febrero, en una furgoneta del Banco Español de Crédito, conducida por el Hermano Mayor, señor Ruiz Ternero, se trasladó la imagen a su nuevo refugio secreto. Dentro de la furgoneta, cuidando de la caja de madera donde se trasladó la imagen, fue el señor De la Torre, mientras que el señor Román Villa esperaba en el lugar escogido para refugiarla, que era su propio domicilio en la calle Orfila, número 6, donde tenía además instalada su Clínica Veterinaria.

De allí sólo saldría y siempre en horas de madrugada y en el mayor secreto, para el Septenario y la salida procesional. Concretamente, la Macarena volvió a San Gil el día 15 de marzo y regresó a su refugio el día 23 del mismo mes, una vez celebrados los cultos cuaresmales. Luego, volvería el día 5 de abril, Domingo de Ramos, para regresar a la calle Orfila el Sábado de Gloria, día 11 de abril. Mientras tanto, el lugar de la imagen en el templo era ocupado por un gran cuadro de Nuestra Señora. Por su puesto, durante el tiempo eventual que la Virgen estuvo en San Gil, grupos de hermanos hicieron guardias nocturnas y diurnas para evitar riesgos de atentados.
Hay que añadir, que así como en las anteriores ocasiones en que la Macarena fue escondida, pasado algún tiempo se conocieron los lugares, con riesgos para los propietarios de los domicilios, en esta última ocasión el secreto fue total. Nadie, absolutamente nadie, pudo saber de labios de las tres personas dueñas del secreto, el lugar donde la Macarena estaba refugiada.
Pero hubo una excepción. La única persona que visitó a la Macarena en su refugio, fue el general legionario Millán Astray. El mítico mutilado, devoto macareno, suplicó postrarse ante Nuestra Señora para pedir por la salvación de España. Y juró guardar el secreto.
Después de la Semana Santa de 1936, la Macarena no pudo volver a su templo. La tarde-noche del 18 de julio la iglesia parroquial de San Gil ardió y quedó destruida, desapareciendo todo cuanto estaba en su interior.

Fue entonces cuando surgieron las preguntas que nadie podía responder: ¿Dónde está la Macarena? ¿Ha sido destruida por el fuego?. Todos guardaban la esperanza de su salvación, pero nadie la confirmaba.

Y así, con la incertidumbre, se llegó al día 4 de octubre de 1936. Ese día, por la noche, y utilizando el mismo medio de transporte, es decir, en la furgoneta conducida por el Hermano Mayor, don José Ruiz Ternero, y en la caja de madera custodiada por el mayordomo, don Domingo de la Torre, Nuestra Señora de la Esperanza Macarena fue llevada desde su refugio secreto de la calle Orfila, número 6, domicilio de don Antonio Román Villa, a la cercana iglesia de la Anunciación, cedida por el rector de la Universidad, don Mariano Mota Salado. Hasta la advocación de la iglesia que daría refugio a Nuestra Señora, la Anunciación, es símbolo del protagonismo inmediato que tendría la Macarena como anuncio de paz y esperanza.
El acuerdo de levantar el secreto del refugio de la Macarena, fue tomado en una sesión de la Junta de Gobierno, celebrada el día 22 de septiembre en el domicilio de don Emilio Marvizón Herrera, mayordomo del Rosario.

Y aquí comienza otro período crucial para nuestra Hermandad. Durante el tiempo que la Macarena está en la capilla de la Universidad, es decir, desde el día 4 de octubre de 1936 hasta su regreso a San Gil, el Viernes Santo de 1942, día 8 de abril, transcurren cinco años y medio largos, en los que el protagonismo macareno alcanza proporciones excepcionales.
(Para valorar este protagonismo, hemos de recordar nuestra anterior recomendación sobre la necesidad de observar los hitos macarenos dentro del conjunto de circunstancias de tiempo y lugar. Si hacemos abstracción de estos acontecimientos, vividos con especiales sentimientos, el resultado será siempre la desfiguración de la verdad histórica).
Comencemos por recordar que, junto al templo de San Gil, ese mismo día 18 de julio ardieron las iglesias de San Roque, San Román, Omnium Sanctorum, Santa Marina, San Marcos, San Bernardo, parcialmente la de Santa Ana, casi totalmente los conventos de San José de las Mercedarias Descalzas y de las Salesas...

En todos ellos desaparecieron las riquezas artísticas que guardaban. Ese mismo día 18 y siguientes, fueron saqueados y destruidos en gran parte las capillas de Montesión y de los Dolores, las iglesias de la O, de San Juan de la Palma, y de la Inmaculada Concepción, desapareciendo obras de arte y enseres e incluso las imágenes titulares de las Hermandades y Cofradías.
A ese balance hay que unir los incendios y destrucciones de la iglesia de San Julián, en abril de 1932, donde desapareció la imagen más antigua de Sevilla, una Virgen de la Hiniesta del siglo XIV, además del tesoro artístico y religioso allí custodiado. Y el incendio de la capilla de San José, los saqueos y destrucciones sufridos por el colegio Villasís y el convento del Buen Suceso, en mayo de 1931, sólo un mes después de la caída de la Monarquía alfonsina.

Durante la República, el Frente Popular y los meses de dominación marxista en pueblos de la provincia de Sevilla, el balance de persecuciones, destrucciones de edificios y obras de arte, y saqueos, ofrece un balance significativo. Fueron incendiadas y saqueadas noventa y tres iglesias y destruidas cerca de dos mil obras de arte religioso, y de ellas cerca de seiscientas sólo en la capital.
Pero el furor antirreligioso fue más allá del incendio, destrucción y saqueo de templos y capillas. En el balance de la persecución religiosa en la archidiócesis de Sevilla hay que anotar el asesinato, siempre previo martirio, de veintiocho sacerdotes, religiosos y seminaristas.
(No olvidemos, que el Papa Pío XI alertó a la Cristiandad sobre la persecución religiosa en España valorándola como la más cruel después de la persecución romana. En España, durante el período antes citado, fueron asesinados por el marxismo, 6.832 sacerdotes, religiosos y monjas.)
(En este contexto social, indispensable, es en el que hay que analizar las vivencias macarenas durante el forzado exilio de su barrio. Fueron tiempos excepcionales que no debemos olvidar).

(Primero fueron los años de guerra, cuando la Macarena, por su propia devoción y por las circunstancias en que fue salvada de la barbarie,  alcanza una aureola excepcional en Sevilla y en casi toda España y parte de Hispanoamérica y Portugal).
(Luego, irían sucediendo una serie de hitos que marcaron la devoción macarena. Por ejemplo:
+ la procesión extraordinaria desde la iglesia de la Anunciación hasta la Catedral, el 11 de octubre de 1936, víspera de la Fiesta de la Raza, que fue un día de fervor multitudinario para los sevillanos;
+ la estancia de la Macarena en la Catedral hasta el día 18, en que regresa a la capilla de la Universidad rodeada de la multitud enfervorizada, y tiempo en que miles de personas rezaron ante la Macarena en el templo catedralicio;
+ la ofrenda de la corona de oro de la Macarena al general don Gonzalo Queipo de Llano y Sierra para la suscripción en favor del Ejército nacional, y la posterior devolución por respeto a la Señora;
+ la procesión extraordinaria en la mañana del Domingo de Ramos de 1941, para llegar hasta su barrio macareno y presidir la colocación de la primera piedra del templo que luego sería su basílica;
+ el regreso a su primitiva Casa de San Gil, el Viernes Santo de 1942, una vez reconstruida la parroquia;
+ las charlas radiadas del general Queipo de Llano pidiendo ayuda para hacer realidad el nuevo templo macareno, y las ofrendas llegadas de medio mundo;
+ la bendición, en 1949, de nuestra actual basílica...
Y otros muchos acontecimientos, más el fervor creciente en todos los estamentos sociales, entre las penalidades de la guerra y la postguerra, son hitos de una época clave macarena, que podríamos titular con acierto:
+ Historia y leyenda del refugio de Nuestra Señora de la Esperanza Macarena en la iglesia de la Anunciación).

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