El acusado del crimen de la calle Ídolos ?sabía perfectamente lo que hacía?

La víctima no se defendió de la agresión porque no presenta cortes en manos y brazos

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  • A lo largo del día de hoy el jurado popular podría dar conocer el veredicto. -
  • Las forenses apuntaron en principio la posibilidad de que hubiese participado una segunda persona
  • El relato de V.Z. presenta ?poca consistencia? y es ?inverosímil?
La segunda vista del juicio por el crimen de la calle Ídolos se celebró ayer arrojando importantes conclusiones. La más reveladora, desmontar la versión de los hechos expuesta el lunes por el acusado del asesinato de J.M.B.M., propietario de la tortillería Poti-Poti en agosto de 2007, en la que declaró no acordarse de nada “porque estaba borracho” y, según su versión, la víctima trató de abusar sexualmente de él la noche en que ocurrieron los hechos. El informe psiquiátrico presentado del agresor deja claro que el imputado no es “dependiente” a ninguna sustancia estupefaciente, calificando el relato sobre lo que pasó de “escasa verosimilitud” y “poca consistencia”. Es decir, los profesionales consideran poco creíble que, en mitad del forcejeo con el fallecido, metiese la mano debajo de la cama y encontrase “casualmente” un cuchillo de cocina. En este sentido, los dos psiquiatras que evaluaron al V.Z. encontraron contradicciones en la narración y afirmaron que “sabía perfectamente lo que hacía” y permaneció consciente durante las más de cuarenta puñaladas que le asestó al fallecido.
Ahondando un poco más en los rasgos de personalidad del imputado, la evaluación realizada por las psicólogas lo definen como una persona “violenta” y “agresiva”, “falta de control de impulsos, con una visión simplista del mundo, dividido entre los débiles y los fuertes”. En dicha valoración, el presunto asesino no mostró signos de arrepentimiento alguno por lo sucedido, es más “valora que la culpa no fue suya, que si no hubiera conocido a J.M.B.M. no hubiera pasado nada”. Así, el informe describe la “rigidez emocional y conductual del agresor, que siempre opta por una actitud conflictiva, prefiere el ataque en lugar de la negociación”, añadiero las psicólogas forenses.

Análisis forense
Respecto a las heridas que sufrió la víctima hay algo claro. J.M.B., popularmente conocido como Chema, murió por dos heridas de arma blanca en el corazón y el pulmón izquierdo cuando, tras sufrir la primera agresión en el dormitorio caminó hasta la cocina. Allí recibió las dos últimas puñaladas que acabaron con su vida tras más de cuarenta agresiones. Las forenses que examinaron el cadáver no encontraron ninguna marca de lucha o resistencia en el cuerpo de la víctima. Así, en las palmas de las manos y los antebrazos no encontraron los cortes lógicos cuando se sufre una agresión, o lo que es lo mismo, la víctima no presentó muestras de haber tratado de defenderse o esquivar la embestida, hecho por el que en un principio barajaron que en el crimen pudiera haber intervenido una segunda persona, posibilidad que las investigaciones policiales descartaron finalmente. Las forenses describieron que el ataque se hizo con “agresividad” e “impulsividad”, ya que el procesado por el delito de asesinato llegó a hacer una impronta en un hueso “y para eso se necesita mucha fuerza”, añadieron en su testimonio. 

El presunto asesino pidió ayuda para salir del país

Agentes policiales que realizaron la inspección ocular y llevaron a cabo las investigaciones posteriores al crimen confirman el reguero de sangre que encontraron desde el dormitorio a la cocina, donde yacía el cuerpo del propietario de este establecimiento de Porvera. Había abundantes restos de sangre en el colchón, también en las puertas, la pared, pero las marcas determinantes las encontraron en el lugar donde V.Z. culminó la agresión. En un taburete blanco de la cocina había tres huellas de pies descalzos en sangre que la Policía tomó como comparativa. Se llevaron además colillas, cuchillas de afeitar y vasos para tomar muestras del ADN. Precisamente en uno de los vasos encontraron huellas del otro joven de nacionalidad rumana como V.Z. a quien también conocía el fallecido.

—identificativo—
La Policía revela que el hallazgo de la caja del móvil en el domicilio de la calle Ídolos fue determinante para poder dar con el paradero del acusado. El número IMAI del teléfono móvil de la víctima les llevó hasta Manresa, en Barcelona, donde alguien estaba utilizándolo. Esta persona era un joven de nacionalidad marroquí al que V.Z. conoció en Algeciras cuando huyó la noche del crimen en la calle Ídolos y que declaró ayer que el presunto asesino le pidió ayuda para poder salir del país. 

El acusado confesó el crimen al joven marroquí que lo acogió

El joven marroquí a l que el imputado regaló el móvil del fallecido destacó en su declaración ayer que “me dijo que había matado a una persona pero no lo creí” debido a que no presentaba aparentes signos de violencia o rasguños. Igualmente, añadió que el presunto asesino le contó que el fallecido “intentó propasarse con él, reaccionó yendo a por un cuchillo, pero estaba asustado y no se acordaba de lo que había hecho”. Sobre el delito de hurto y huerto en uso por el que también deberá responder este joven de nacionalidad ucraniana, el joven añadió en su declaración que llevaba una mochila con dos ordenadores, “me dijo que necesitaba dinero y que tenía que venderlos”.
Por la tarde, la acusación particular y el Ministerio Fiscal elevaron a definitiva sus calificaciones. El primero pide una pena de 25 años de cárcel por un delito de asesinato, al que habrá que sumar un año más por un delito de hurto. Por su parte, la Fiscalía rebaja la pena de este ciudadano a veintitrés años de prisión, en los mismos términos y coincide en la tipificación del delito como asesinato, al considerar que el supuesto autor del crimen ocurrido en la calle Ídolos actuó con alevosía y ensañamiento.

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