Don Manuel, en una despedida apasionada, ha sido bastante indulgente con su mandato de 19 largos años, aunque confiesa que le hubiera gustado marchar en un momento de mayor brillantez económica, se muestra satisfecho de su labor. Podemos preguntarnos si este beneplácito tiene una base real, a la luz de los datos que oportunamente se nos ofrecen.
Resulta desolador el informe prospectivo de Analistas Económicos de Andalucía, una sociedad de estudios perteneciente al grupo Unicaja. Se prevé que a final del año en curso el paro en nuestra autonomía se eleve a un millón cien mil personas, lo que significa una tasa del 27% de la población activa. Y el producto Interior Bruto descenderá nada menos que un 3%. A la vista de estas previsiones, el delegado de AEA, Francisco Villalba, ha subrayado la necesidad de reformas urgentes y efectivas en el mercado de trabajo, en el Pacto de Toledo (régimen de pensiones), sistema de educación y aliento a la investigación. Podría haberse referido asimismo a las limitaciones en el gasto público.
Al respecto de éste, resulta muy expresivo lo que se revela en el infome Funcas de La Caixa. Se registra un crecimiento exponencial del presupuesto, desde 7.302 millones de euros en 1990 hasta 33.764 en 2009. En ese plazo, la Junta ha ampliado significativamente el número de Consejerías, que pasan de 9 a 15. El conjunto de altos cargos se eleva a 643 y el de empleados públicos a un cuarto de millón, una plantilla superior a la de cualquier otra autonomía y equivalente a un 19,1% del total del país; de ellos, más de 50 mil corresponden a la Administración General. Hay cerca de 300 coches oficiales, y la RTVA, con unos mil trabajadores, nos cuesta a los contribuyentes 247 millones de euros. Hemos recibido la parte del león de los fondos europeos destinados a nuestro país y pese a ello, la renta per cápita de los andaluces (18.507 euros) está muy por debajo de la media española (24.020 euros) y, por supuesto, de la europea (25.100 euros). La verdad es que nuestros gobernantes, ante tales realidades y perspectivas de futuro, deberían entonar un fervoroso mea culpa, miserere mei.
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