Los que me conocen, saben de mi relación casi adictiva con la música. Duermo arrullada por ella, me despierto con ella, y camino por esta vida de ruidos inútiles, protegida por la coraza de ella. No concibo un momento especial (triste o alegre) de mis casi cincuenta años, que no tenga su propia banda sonora. Y dentro de esta adicción, sin propósito de enmienda, hay tres puntales que sostienen mis ganas de vivir, la voz rasgada de caoba de Leonard Cohen, el quejío desesperado de Bambino, y la perfección rotunda de Bach. Sí, lo sé, es una mezcla un poco excéntrica, como yo...
Por eso cuando cayó en mis manos el programa de la Orquesta de cámara de mujeres Almaclara-Inés Rosales, pensé que su directora, la emprendedora Beatriz González-Calderón, lo había concebido especialmente para mí. Y perdón por la vanidad.
Les cuento: esta orquesta ofrecerá cuatro conciertos durante el mes de noviembre (puede consultar su página web o su perfil de Facebook que para eso están) en la Sala Cero, que van desde los clásicos que nos han emocionado en las grandes pantallas de cine, hasta apuestas tan valientes como unir la voz de miel y seda de la cantaora Rocío Márquez con Mozart, o a la bailaora Leonor Leal (cumpliendo aquello que decía Stravinski , que no basta con oír la música, sino que además hay que verla) con Johann Sebastian Bach. Sublime.
Cuatro conciertos, o mejor dicho cuatro pruebas de lo que la música en manos de una mente brillante, como la de González-Calderón, puede hacernos sentir. Cuatro reivindicaciones de que la música no es un lujo, es una pura necesidad. Y también, por qué no, cuatro demostraciones de una mujer valiente que apuesta por un proyecto tan difícil como una orquesta de cámara, dejando claro que no hay freno para quien sabe que siempre son buenos tiempos para la lírica, si se tiene fe y ganas de luchar.
Yo les invito a que conozcan el espíritu de esta orquesta, que conozcan que en esta ciudad nuestra que es capaz de producir el eclecticismo más sublime en primavera en forma de penitencia, nacen proyectos tan interesantes como éste.
Decía Nietzsche que la vida sin música es un error. Yo añadiría que es casi una tortura. Y si se acercan ustedes a la sala Cero estos días, verán que ni el alemán ni servidora les estamos mintiendo.
Envía tu noticia a: participa@andaluciainformacion.es