Nos hemos acostumbrado a que la culpa siempre es de quien regula o, por el contrario, siempre hace falta más regulación. En muchas ocasiones, se critica a quien hace cumplir alguna legislación (fundamentalmente de tráfico) en vez de criticar a quien no la cumple.
No hace mucho tiempo, oía críticas al anuncio de instalar radares móviles en una determinada localidad para controlar la velocidad de los vehículos. Y se criticaba porque, hay que ver, que se esté vigilante para sancionar a quienes van a más velocidad de la permitida. Si uno va a la velocidad que marca la normativa de tráfico, ¿a qué teme? ¿Qué le preocupa? ¿Dónde está el problema?
Y lo peor es que, esa masa que todo lo protesta, sea lo que sea, da siempre la razón a quien incumple sobre quien
se limita a hacer cumplir las normas establecidas y que todos conocemos y tenemos asimiladas. El caso contrario también ocurre. Hacemos que cargue con la culpa muchas veces la administración de los errores incívicos que cometemos los ciudadanos. Reconozco que me hierve la sangre cada vez que oigo que el nuevo paso de peatones de la Avenida de Europa es un peligro y que el Ayuntamiento debería de señalizarlo aún más.
En realidad, esa gente lo que pide es que los coches puedan seguir yendo a más velocidad de lo permitido y que no haya que estar atento. Porque un tramo de velocidad regulada a un máximo de 50 km/h, con dos señales verticales, tres bandas sonoras y dos resaltos no puede ser nunca algo poco señalizado.
En todo caso, hablaríamos de incívicos al volante que le echan siempre las culpas al Ayuntamiento. Algo parecido tuve la mala suerte de vivir esta misma semana. Un cruce en pleno centro del que decían es muy peligroso por no colocar el Ayuntamiento un semáforo.
Es cierto que no hay semáforo, pero sí dos señales de stop para quien circula por la calle que cruza con la preferente. No hace falta un semáforo, hace falta que seamos cívicos, que cumplamos las normas y que vayamos pendientes. No es más que el síntoma del antiadministracionismo imperante provocado por los primeros interesados en que las normas no se hagan cumplir en aras a una libertad mal entendida.
Pues no, no hay un problema en muchos casos de déficit de señalización, sino más bien, de escasez de civismo.
Envía tu noticia a: participa@andaluciainformacion.es