De Santander a Andalucía (1)

Publicado: 23/07/2014
El nombre ‘Santander’ está compuesto de ‘Santa’ y ‘Ander’. ‘Santa’ siempre ha significado ‘gracia’, antes de que la Iglesia Católica adoptara la expresión para los que después llamó ‘santos’. ‘Ander’, que se contrae de ‘andera’, siempre se ha entendido como ‘tierra’ (...)
Los historiadores tradicionales suponen que el vocablo ‘Santander’ es corrupción del nombre ‘San Emeterio’, uno de los patronos medievales de la antigua villa. Según eso, la dicción ‘Santander’ habría derivado de ‘Sancti Emeterii, Sant Emteri, Sant Emter’. Naturalmente, se trata de una de tantas teorías modernistas en boga. En otros tiempos se suponía que el nombre actual provenía de ‘Sant Anders’ (San Andrés). Sin embargo, a poco que se estudie su significado, la Filología permite establecer inequívocamente que el nombre ‘Santander’ está compuesto de dos palabras: ‘Santa’ y ‘Ander’. ‘Santa’ siempre ha significado ‘gracia’, mucho antes de que la Iglesia Católica adoptara la expresión para los que después llamó ‘santos’. ‘Ander’, que se contrae de ‘andera’, siempre se ha entendido como ‘tierra’. Los sajones adoptaron el vocablo incorporando delante la letra ‘L’ y omitiendo las letras ‘er’; por eso escriben ‘land’. Así pues, el término ‘Santander’ significa literalmente ‘tierra de la gracia’.

  

 Es de observar que la palabra ‘ander’ está asimismo implícita en el nombre ‘Andalucía’, que deriva de ‘Andera Lusina’, con el significado de ‘tierra de la diosa Lusina o de la luz’. Lusina era la manifestación femenina del dios Lug, adorado también como el Sol. De Lusina tomó nombre nuestra ‘Luna’. Lug y Lusina eran las deidades nacionales de la Península Ibérica en tiempos remotos. Por esa razón tantos lugares llevan incorporada la partícula ‘Lug’. La misma palabra ‘lugar’ deriva de Lug, con el significado de ‘enclave consagrado a Lug o a Lusina’. No obstante, los historiadores ortodoxos continúan aferrándose a la irrazonable teoría de que ‘Andalucía’ viene de ‘Vandalucía’, debido a que en el siglo V se establecieron en ella los vándalos.

   

El nombre ‘Andalucía’ o ‘Andera Lusina’, ‘tierra de Lusina o de la luz’, evidentemente ya estaba en boga siglos antes de los vándalos. A este respecto cabe también notar que la palabra ‘Lusitania’ con que se designaba a Portugal tiene idéntico origen que la palabra ‘Andalucía’ y significa lo mismo. ‘Lusi’ hace referencia a ‘Lusina’, y ‘tania’ es corrupción de ‘andera, ander’, que con el tiempo derivó en ‘ania’ y ‘an’. ‘Lusitania’ significa igualmente ‘tierra de Lusina o de la luz’.

 

    Hablando de Andalucía, la denominación del cabo que hoy conocemos como ‘Gata’, en Almería, tiene su origen precisamente en Lug o Lusina. En efecto, el cabo Gata fue siempre conocido como ‘Lug Agata’ y ‘Luz Agata’, y posteriormente ‘Agata’, lo que la simplificación popular llevó a la pronunciación actual de ‘Gata’. Este cabo era uno de tantos ‘lugares’ consagrados a la divinidad Lug-Lusina en la noche de los tiempos. Lug era una especie de logos, cristo o mediador entre el Dios supremo y la humanidad, y se le reverenciaba en sus dos manifestaciones: la masculina (Lug) y la femenina (Lusina).  

 

  Habida cuenta de la devoción que el pueblo seguía tributando a Lug, la Iglesia convirtió a Lug en Lorenzo, santo que jamás existió, en tanto que a Lusina la convirtió en Catalina (personaje que tampoco existió, supuestamente de Alejandría), que incorpora la partícula ‘li’, aludiendo a Lusina. La popular canción infantil de Lorenzo (el sol, con la partícula ‘lo’ al revés) y Catalina (la luna) es reminiscencia del viejo culto a Lug-Lusina. No pocos topónimos de la Península Ibérica y alrededores incorporan la partícula ‘lu, lo o lou’, emanada de Lug.

    Se sospecha que los lugares que hoy se consideran marianos, por dedicarse a la veneración de la Virgen María, fueron en otros tiempos enclaves consagrados a Lusina. Tenemos por ejemplo los aledaños de Fátima, Lourdes (nótese la partícula inicial ‘lou’) y el Rocío, lugar este último en Andalucía del que se desconoce su primitivo nombre. Pero es significativo que en los antiguos ceremoniales egipcios el bautismo en agua se representaba con el símbolo del rocío o caída de gotas de agua en forma de letra M estilizada en curva.

  

 Con la letra M se designaba el agua, tanto en Egipto como en la Península Ibérica. M es la inicial del término ‘mosh’, originalmente un vocablo ibérico, que significa agua. De ahí el nombre de ‘Moisés’ (Moshés), que literalmente se traduce ‘engendrado del agua’. En Francia tenemos un río Mosa y un Mosela. Y en El Rocío andaluz observamos una ceremonia singular que también se daba entre los adoradores egipcios que acudían a la isla Elefantina, en el Nilo, a venerar a su diosa. En El Rocío, para alcanzar su destino los romeros han de ‘bautizarse’ o mojarse en el río que deben atravesar. Es como si el devoto fuera engendrado de nuevo una vez salido del agua. Puede que de ahí derive el nombre de ‘El Rocío’, que da idea de ‘bautismo’, aun no siendo por inmersión total. Precisamente la palabra bautismo (baptsmosh) está compuesta del vocablo ‘bapts’, que significa ‘inmersión’ y ‘mosh’, agua. Es significativo que la letra M, con la que se representaba el agua y el rocío, sea también la inicial de María.

 

    Curioso es también que la palabra ‘molino’ contenga ese ‘mo’ inicial, que no es otra cosa que el vocablo ‘mosh’. Los lingüistas continúan enseñando que ‘molino’ deriva del latín ‘molinu’, lo cual no responde a la realidad. ‘Molinu’ es palabra tardía en latín y fue incorporada del ibérico ‘moshlm’, con el significado de ‘triturador por acción del agua’, refiriéndose generalmente al grano. Para el triturador por acción animal o humana se usaba la palabra ‘damlm’, con que se conocía al ‘molino de sangre’. En latín existía la palabra ‘pistrinum’ para designar tanto la casa molendera como la panadería instalada en ella. ‘Pistrinum’ quedó en última instancia relegado al nombre común de las panaderías.

 

   ‘Moshlm’ con el tiempo degeneró en ‘moshlim’, ‘moslin’ y ‘molin’ o ‘molina’. Los cántabros pronunciaban ‘moslinu’; de ahí que los romanos, cuando asediaron Cantabria y destruyeron su cultura, su idioma y sus ciudades, adoptaran el término que en el latín popular o romano se convirtió en ‘molinu’. La versal de la palabra molino conserva la M propia del vocablo ‘mosh’, agua, ya que por lo general, desde tiempos inmemoriales, los molinos funcionaban gracias a la fuerza del agua. Molinos famosos en Andalucía siempre fueron los de Torremolinos, que en tiempos de los árabes le rendían suculentos beneficios al rey de Granada. (Continuará).

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