“Reconozco mi responsabilidad en los crímenes cometidos. Me gustaría expresar mi arrepentimiento y mi pena más sincera”, dijo el director de la antigua prisión Tuol Sleng de Phnom Penh.
Por ella pasaron unas 14.000 personas para ser interrogadas, torturadas y ejecutadas entre los muros del recinto o en el campo de exterminio de Choeung Ek, a unos 15 kilómetros de la capital.
“Espero que me permitan pedir perdón a los supervivientes del régimen y a los seres queridos de aquellos que murieron brutalmente”, aseveró Duch a los tres jueces camboyanos y dos extranjeros que presidían la vista.
“Mis crímenes, la muerte de niños y mujeres, no pueden ser tolerados. No pido que me perdonen ahora pero me gustaría que abrieran la puerta para que me perdonen en el futuro”, solicitó el acusado, de 66 años.
Duch admitió que el recuerdo de todo lo que pasó todavía le atormenta, pero en su descargo aseguró que se limitó a cumplir órdenes.
“Jamás me atreví ni a pensar en desafiar las órdenes de los dirigentes”, añadió este antiguo profesor de matemáticas antes de ofrecer toda su colaboración al tribunal.
Su abogado camboyano, Kar Savuth, cuestionó la jurisdicción de la corte para enjuiciar a su cliente porque no formó parte de la cúpula del Jemer Rojo y criticó que no haya más imputados cuando el régimen del Jemer Rojo tuvo 196 centros como el S-21.
El tribunal internacional organizado por la ONU y Camboya es para juzgar a los máximos dirigentes del Jemer Rojo por sus crímenes.
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