No sé el porqué, pero cada cierto tiempo regreso a este artículo. Yo creo que si retoco y vuelvo a ofrecérselo al lector es por entender que no hay nada más peligroso para una democracia que un cargo público —en este caso la alcaldesa— aparentemente crecida en una severidad impropia de su cargo ante la situación de los imputados del ya mohoso caso Acinipo, y más cuando me deja como un sarpullido por lo poco que se hizo a la hora de vigilar cuestiones privadas. Las barras de los bares acaban en auténticos cadalsos inquisitoriales. Y eso no se puede tolerar.
Y sí, claro que me disgustó la calculada indiferencia que dispensó a los cuatro inculpados de aquella operación policial durante la entrevista en Ondaluz TV, martes, creo. Sus palabras de hierro crudo y sus comentarios ciertamente cutres me hicieron reflexionar sobre lo mucho que olvida... Cuando todo se sacrifica al rédito electoral. Y olvida, por ejemplo, no sabemos si intencionadamente, que aquí y ahora todos somos inocentes hasta que se demuestra lo contrario. Y digo inocentes. Sin matices y mientras el asunto ande pendiente de juicio. Después ya veremos.
Vino a decir que daba por supuesto que de ser ella la encausada el trato hacia su persona hubiera sido mucho más duro que el que ella dispensa a cuatro ciudadanos que son y serán inocentes, repito, mientras jueza o juez no digan lo contrario. Otra cosa es la cuestión política… Ahí podría hartarse de hablar. Pero no: más pareciera que la alcaldesa se dejara llevar por el lado más mezquino del argumentario y mezclase de aquí y de allá en un todo revuelto que aparenta ser muy poco respetuoso con los tiempos del proceso.
De “punto negro” calificó el affaire Acinipo, viniendo a cargar las culpas de todo lo negativo que sucede en Ronda sobre el periodo en que PSOE y PA gobernaron la ciudad, “olvidando” que ella misma cogobernó con el PA de Marín Lara como si tal cosa y que algunos flecos de los que andan por los Juzgados vienen precisamente de aquella época.
Maldades aparte, lo que resulta inconcebible es que callemos ante el hecho de que Paco Cañestro se vea obligado a romper sus silencios para afirmar del más contundente de los modos que desconoce de qué se le acusa —casi tres años después—, pero más difícil aun de entender es que los imputados todavía no hayan sido juzgados a estas alturas del tango. Menos vocecita engolada, menos ir de pijoliberal y más medios para los Juzgados, Gallardón. La Justicia terminará en Namibia a poco que la lentitud con que se abordan los casos se sienta calvario o bota malaya en las carnes del imputado… El sistema jurídico español está preso del calendario. España y Namibia: seis horas de vuelo.
Paco Cañestro fue tajante en la defensa de su persona y habló a pecho descubierto de las consecuencias que Acinipo ha supuesto para su familia y para él mismo, llegando a tanto su desnudo que no dudó en descubrirnos que estuvo sometido a tratamiento médico. Terrible calvario, ya digo, cuando el que habla clama por un juicio y sobre todo por saber de qué se le acusa exactamente.
Pero no seré yo quien juzgue a jueces ni busque enredos: lo único que refiero es que hay que separar lo político de las cuestiones personales y sopesar la severidad con que atacamos las privacidades a las que todos tenemos derecho. Hasta el más justo, a golpe de severidad puede acabar siendo un peligro para el sistema democrático.
Virtudes extremas, alcaldesa. La aspereza de la denuncia. El rigor del acero en el verbo y un asunto que el calendario está demostrando de menor peso y cuantía que otros como el de la Gürtel o el sudoku de los sobresueldos en B reconocidos por algunos de su propio partido. No justifico ni digo que no haya que indagar. Pero huyo de la verdad única. Me espantan las acusaciones con tintes de vendetta... No basta con señalar: hay que probar. Y de momento, en el galimatías de Acinipo sólo una cosa es cierta: que llueve despacio. Muy, pero que muy despacio. Ya veremos si el barro no salpica ciertas calvas.
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