'Ser sin sitio' es el nuevo libro del poeta Álvaro García (Málaga, 1965) que acaba de publicar Fundación Lara dentro de su colección Vandalia, y que, en palabras del autor, "recoge una necesidad de potenciar el lenguaje hasta quebrar la lógica de la existencia, expresar el amor y el dolor no mediante una observación fría o documental, sino convirtiéndose él mismo en campo de pruebas, haciendo pasar al mundo por su conciencia".
En una entrevista a Europa Press, el autor afirma que 'Ser sin sitio' significa que "no hay por qué conformarse con la casualidad de estar en un sitio concreto, ni siquiera con el azar de estar vivos", porque la conciencia "le hace sitio al vivir, pero también al sinvivir en que las grandes crisis nos colocan o nos descolocan". En este sentido, apunta que "hay una gran crisis esencial, potente y admirable y anterior a la economía y a la política: esa quiebra original es la del canto inútil, la emoción sin sentido, el amor que no necesita correspondencia para ser clamorosamente amor".
García divide su libro en cuatro apartados, en los que hay tres poemas algo extensos que, explica, "proponen el viaje de la conciencia hacia la rebeldía contra la lógica práctica del mundo", y 17 poemas breves "en los que la forma es un acuerdo con los antepasados, poemas en forma de memorial estrófico, como contraseñas, igual que al darnos la mano o al brindar", señala el poeta, que agrega que ha querido hacerlo "como cuando de verdad estrechamos una mano o de verdad brindamos con un motivo que nos traspasa y casi nos convierte en la burbujas que quieren sobrepasar a la copa".
Cuestionado sobre las diferencias de este libro respecto a otros anteriores, el escritor malagueño asegura que "tras cierto detalle metafísico" de sus libros de los años noventa como 'Intemperie' (1995) o 'Para lo que no existe' (1999), la década siguiente fue para él "la aventura como de sonámbulo de tres poemas largos que --añade-- son el espacio que necesitó para fundir el rumor de tragedias humanas del presente y la caída de su propia conciencia en el mundo". "Eso va de 2002 a 2012 y fue una especie de ciclo de épica interior".
"PUEDO ASPIRAR A LA POESÍA TOTAL, EMOCIONAL Y ANIMAL"
Ahora, continúa, "necesitaba variedad y potencia, impactos breves junto a ecos de aquel sonambulismo, que han dado como resultado este ser sin sitio concreto en medida concreta alguna y poder aspirar a la poesía total, emocional y animal, súbita y sostenida, como me gusta que ocurra en Quevedo, en John Donne, en Auden, no digamos en Shakespeare".
El poeta, que dice "reconocerse en la humanidad que necesita expresarse tal como somos realmente, a fondo, con complejidad última y con la mayor sencillez de todos los lenguajes que se nos prestan para que los llevemos a su máxima llaneza y a su mayor potencia", también habla de lo que supuso en su carrera la consecución del Premio Loewe de Poesía en su edición de 2011 con un libro titulado 'Canción en blanco'.
En este sentido, afirma que primero significa "la ilusión de poder creer que en toda esta aventura se identificaba un poco un jurado que más que un jurado es una antología. Luego, llegar gracias a ellos a lectores, a críticos que el año siguiente eligieron ese poema como mejor libro de poesía en español. Y, sin duda, poder animarme a escribir con total libertad este nuevo libro en el que al fin podía jugar conmigo mismo a través de cierta variedad de ritmos y lenguajes, fondos y formas delicados y brutales, largos y breves, a partir de cierto existencialismo erótico o cierto prestar voz a los muertos".