SIETE ALMAS (Seven Pounds) **1/2 Dirección: Gabriele Muccino. Intérpretes: Will Smith, Rosario Dawson, Woody Harrelson, Barry Pepper, Elpidia Carrillo, Connor Cruise. EEUU. 2008. 118 minutos.
Will Smith tiene algo. No me refiero al aspecto físico, ni siquiera al interpretativo. Creo que está más relacionado con la voluntad, con cierta condición de superación personal. Los que lo conocimos como príncipe de Bel Air nunca apostamos por una carrera en el cine más allá de los típicos productos de comedia de acción. Sin embargo, desde un principio rehuyó del encasillamiento en cierto prototipo de actor negro con dotes cómicas, y la prueba está en que para Dos policías rebeldes era Martin Lawrence quien asumía el rol como tal.
Por ese motivo, su presencia en un título como Alí, por el que fue nominado al Oscar al mejor actor, terminó por reconducir nuestra mirada hacia los nuevos objetivos de un actor que aspiraba a crecer y a reivindicarse como tal. Desde entonces, Will Smith ha ido compaginando productos taquilleros con otros de evidente tendencia dramática; incluso en sus superproducciones apuesta por personajes con cierto trasfondo de interés, como en Soy leyenda o en la mismísima Hancock, pese a su funesto resultado final.
Dentro de este proceso hay un hito significativo, el encuentro de Smith con el director Gabriele Muccino, junto al que se sumerge de lleno en el terreno del drama con aspiraciones lacrimógenas produciendo e interpretando En busca de la felicidad, por la que volvió a ser nominado al Oscar. Aquel personaje, a partir de hechos reales, que demostraba hasta qué punto la capacidad de superación personal resultaba premiada tras un largo calvario de contratiempos, le sirvió para reivindicarse en el género, aunque el producto resultaba demasiado encorsetado.
Pocos años más tarde, Smith y Muccino han vuelto a reencontrarse con el deseo de repetir el éxito de taquilla, pero, sobre todo, para pulir una historia igual de dramática aunque menos convencional, más estilizada en su desarrollo y más convincente en sus propuestas, con la incorporación de vertientes románticas y elementos de intriga que ayudan a identificarse con el sometimiento de culpa de su personaje principal, un hombre desesperado en busca de la redención de su alma mediante un método a la par autodestructivo. En este sentido, resulta más creíble y sincero el retrato de este ganador derrotado que el de aquel perdedor vencedor de En busca de la felicidad, gracias en parte al riesgo asumido por un actor que no se reconoce límites.