Bodegones, escritores, camiones americanos, tranvías o personajes históricos..., son algunos de los motivos que inspiran su pintura, y que pueden contemplarse estos días en Aljaraque. Como él mismo cuenta, su pasión por este arte se remonta a su etapa de estudiante, cuando frecuentaba el estudio Manuel Gutiérrez Navas, cuyo hijo era compañero de facultad. Desde entonces, Rico Lara mantuvo contacto con diversos pintores, aunque no fue hasta finales de los años 50 cuando su vocación artística recibió un segundo empujón. Ocurrió cuando fue destinado a la isla de La Palma, y allí una amiga le regaló una caja de pintura. Entonces fue cuando comenzó a pintar. Reconoce que la pintura fue siempre para un ejercicio de distensión y de ayuda en los momentos difíciles de su vida.
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