Hay cosas que por mucho que nos la expliquen son difíciles de entender, situaciones que resultan preocupantes porque son síntomas de que nuestra sociedad lejos de madurar en la aceptación de la diferencia y la igualdad de derechos, parece volverse más intransigente e intolerante.
Claro está que toda generalización, además de injusta es peligrosa, porque no refleja el conjunto de la realidad, sino que extrapola un caso particular y le da categoría de regla, norma, ideario o costumbre, lo que no deja de resultar paradójico y contradictorio.
En estas fechas, apenas hace unos días, ha sido noticia a nivel nacional el rechazo de Caritas al gesto solidario de la Asociación Andaluza para las Artes Escénicas y Audiovisuales (Escenopán) de recibir el 70% de los beneficios de las producciones generadas por el colectivo teatral durante todo el año con el objetivo de combatir la pobreza.
Y esta sinfonía desafinada entre Caritas y este grupo de artistas del Campo de Gibraltar, resulta cuando menos sorprendente e incomprensible por parte de la organización Caritativa y humanitaria más grande del mundo financiada y perteneciente a la Iglesia Católica, que agrupa 163 entidades nacionales de asistencia, desarrollo y Servicio Social y tiene 147 años de historia, ya que fue fundada en 1867 en la ciudad alemana de Friburgo.
Se dedica fundamentalmente a combatir la pobreza, la exclusión, la intolerancia y la discriminación, ayudando de forma activa a personas en riesgo de exclusión social. Escenopán , de la mano del director sanroqueño Juan Carlos Galiana, realizó una adaptación libre del musical italiano “Aggiungi un Posto a Tavola”, que en los años 70 del pasado siglo XX se estrenó en España con el nombre “El diluvio que viene” y que ellos han titulado “Dilivium”
He de confesarles queridos lectores que fui de los afortunados en asistir al estreno del espectáculo el pasado 31 de Enero en el Teatro Municipal Florida, tanto ese día como el 1 de Febrero agotaron el papel y tuvieron un clamoroso y merecido éxito, ya que la adaptación libre está bastante lograda y han hecho un buen trabajo.
Llevados de la generosidad y la solidaridad que caracteriza a los integrantes de este colectivo, a los que conozco bien desde hace tiempo, decidieron donar el fruto de su trabajo a los mismos fines que tiene Caritas, fundamentalmente y en los difíciles tiempos que nos ha tocado vivir, luchar contra la pobreza, por lo que basados en esa coincidencia se decidió sellar ese compromiso en un Convenio.
Me parece de un cinismo, de un fariseísmo y una hipocresía sin limites que el argumento esgrimido por Caritas para la ruptura de dicho acuerdo sea la “coherencia con los principios que rigen en la Iglesia” en relación a una obra de teatro en la que un joven se enamora del cura del pueblo, y éste se debate entre amar al chico o seguir con su tarea en la comunidad, mientras Dios le encarga la salvación de su parroquia ante un segundo diluvio.
Aunque haya personajes en la Iglesia Católica como Fernando Sebastián, el nuevo cardenal español, que reside en Málaga y que a sus 84 años sostiene que “la homosexualidad es una deficiente sexualidad que se puede normalizar con tratamiento”, nada aparece en los Evangelios en contra o condenatorio sobre tal opción libre y querida por el ser humano, nada dice Jesús que lo contemple como un trastorno o cuya conducta amorosa vaya en contra del espíritu cristiano.
Pero, aun más, la máxima autoridad de la Iglesia el Papa Francisco, se ha mostrado en distintas ocasiones como un pecador y muy crítico con aquella Iglesia que ha crucificado a los homosexuales por su condición, cuando lo que se debe valorar, como él dice, son las personas. Así que CARITAS debe hacer un ejercicio de humildad cristiana, reconocer su error y rectificar.
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