Comenzó a bailar en una academia con cuatro años. El baile siempre fue su forma natural de expresión. Aquella niña se llama Isabel Bayón y acaba de recibir el Premio Nacional de Danza. La bailaora afirma que el flamenco, a pesar de lo que digan, está vivo, muy vivo. Defiende la necesidad de agarrarse a las esencias pero sin temer a la renovación. En su último espectáculo, “Caprichos del tiempo”, reflexiona sobre el diálogo entre lo eterno y lo presente en el arte.
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