What’d I Say

Publicado: 11/12/2013
Eran mis años jóvenes, mis jóvenes años. De las primeras pulsaciones sobre una guitarra prestada por un samaritano de los acordes. Trasteando por el bordón, por la quinta y por la cuarta
Eran mis años jóvenes, mis jóvenes años. “Los más jóvenes”, que dirían Cliff Richard y los Shadows. Años en los que el ímpetu de una rebeldía sin aparente causa marcaba a quemarropa los pasos que iba dando por aquella cuesta abajo del Conquero, con todo lo que ello significaba, con lo que la misma arrastraba: los amores de la esperanza y de la desesperación; las escaladas clandestinas con Mara, durante el recreo, a los cabezos repletos de margaritas y vinagrillos y algún que otro Platero; el amigo Kierkeggard y su filosofía; las provocaciones diarias de Canterla y mías a Mari Paz, la profesora de Francés, “la francesita”, como nosotros le decíamos; las escapadas a la taberna El Quijote, entre Matemáticas, Física o Química… Pero, sobre todas las cosas, lo que de verdad me estaba elevando a los cielos en esa época era la música que ya asomaba a borbotones por mi vida y a la que sin dudarlo me entregaba: El Dúo Rupoll, Los Duendes, Los Deimos, Los Pocker’s, Los Caníbales, los primeros Keys.
    Eran mis años jóvenes, mis jóvenes años. De las primeras pulsaciones sobre una guitarra prestada por un samaritano de los acordes. Trasteando por el bordón, por la quinta y por la cuarta. Las primeras notas, temblorosas las notas, sacadas a la madera demasiado gastada y repleta de muescas; seguramente que de atravesarla en solitario a sentimientos blancos. Aprendiendo a acariciar sus onduladas bajo el influjo de su sonoridad, yo digo desde el tiempo en que me encuentro que mágica. Del querer, cuanto antes, subir a un escenario –ensayaba al mediodía en el rellano más alto de las escaleras de la casa de la Plaza de la Flauta- y así poder acercarme un poco más a quienes venían ejerciendo por entonces de ídolos en mi corazón de músico provinciano: Elvis, Antoine, Michel Polnareff, Domenico Modugno, Hervé Vilard, Adriano Celentano, Boby Solo, Bruno Lomas, los Estudiantes…
      Eran mis años jóvenes, mis jóvenes años. “Los más jóvenes”, que dirían Cliff Richard y los Shadows. Años en los que compaginaba el cada vez más dificultoso “Preu” con el inocente recorrido por el mástil de la guitarrilla de palo. Primero fue como solista, actuando bajo el nombre de Jerónimo, en un festival benéfico que organizó el párroco de Punta Umbría. Allí le lancé a la luna, con cuerdas metálicas nuevas, camisa de flores, unos cuantos collares al cuello y pantalones de campana, el “Dio come ti amo”, “Mourirouvivre” y “La guerre”. Después vendría una grabación en Radio Juventud, con “Cae la nieve” y una composición propia titulada “El álamo”. Y como de solista no saqué nada en claro, me involucré en una primera formación que no sé ni de donde la sacamos, un conjunto sin nombre, un grupo de verdadero escándalo. Solamente hicimos un ensayo y, por qué no decirlo, una única actuación. Mas el recuerdo ahí está, prendido para siempre en el corazón de este sesentón huraño: Fernando Hernández a la guitarra, Pavón al bajo, Toti en la batería, y un servidor –micrófono “Shure” en mano- imitando la voz quebrada, sentimental y negra de Ray Charles con lo de “What’d I Say”, en los actos culturales del colegio de San Pablo…

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