La ministra obvia que el aborto, amén de ser un crimen hacia la criatura más indefensa que es el ser aún no nacido, es en sí también una práctica quirúrgica en la que se emplean pinzas, trituradoras y soluciones salinas para quemar al feto. Esta barbaridad de que los menores de edad puedan actuar a espaldas de sus padres -amparados por un Gobierno- es un asunto tan grave que no tiene nombre ni antecedentes. A los padres, que nos gusta y tranquiliza ir con nuestros menores al dentista o al médico para un simple dolor de garganta, ahora resulta que nos vetan y excluyen de una decisión que afecta a la integridad física y psicológica de nuestros menores. Una muestra de totalitarismo de Estado sin igual. Con estas normas, el Gobierno muestra su faceta más radical y fundamentalista y contraviene principios jurídicos constitucionales. El Gobierno pretende así ejercer de padre de quienes no son sus hijos mientras a los padres (y madres, se entiende) de este país nos manda a hacer gárgaras, dejando a menores de edad decidir algo para lo que no están preparados. Si la ministra Aído y sus "expertos" entraran en internet a explorar el testimonio del Dr. Nathanson (precursor del aborto a nivel mundial y a posteriori arrepentido por la carnicería humana que reconoció cometer en sus clínicas) y vieran los documentales científicos que han demostrado la vida humana desde la concepción, me daría por satisfecho. Tal vez entonces alcanzarían un mínimo de nivel cultural para poder tomar decisiones de tan graves consecuencias para el nasciturus... y para la madre que lo habría de engendrar.
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